martes, 29 de diciembre de 2009

Un globo verde esperanza

Un año recién estrenado, miles de segundos nos aguardan, y dicen que es el momento de los buenos propósitos: dejar de fumar, hacer dieta, algo de ejercicio, retomar el viejo proyecto olvidado en el cajón o trabajar algún aspecto personal que nos ayude a vivir mejor con nosotros mismos y con los demás.

Dividir la vida en unidades de tiempo como días, meses, años es una característica humana que, supongo, nos impuso la madre naturaleza con sus ritmos biológicos. Y de ahí, que anualmente celebremos nuestro cumpleaños y socialmente el nacimiento del nuevo año.

Cuenta Marlo Morgan en su precioso libro “Las voces del desierto” que en una tribu australiana los cumpleaños se celebran exclusivamente cuando la persona considera que ha crecido en algún aspecto de su persona. Sólo entonces, reúne a sus amigos y lo festejan juntos porque hay algo verdadero e importante que lo justifica.

En cambio, aquí, en nuestro mundo occidental, festejar el cumpleaños no tiene mayor significado que rememorar la fecha de un nacimiento. Y lo celebramos, sí, aunque a partir de cierta edad no nos haga demasiada gracia lo de cumplir años. Dicen que envejecer es “aprender a perderlo todo”. Contradicciones de nuestra vida.

Desde mi mesa de trabajo, horno paciente donde, mes a mes, se cuece esta columna, me dispongo a dar las gracias a todas esas personas que al leer mis palabras, han dado más sentido al hecho de escribirlas.

Os diré que lancé tres globos al cielo después de las uvas. Tres globos que contenían tres deseos. Y uno de ellos fue este: ojalá que los ciudadanos de Torrijos lleguemos a ser en el futuro un pueblo tal y como lo entendía Agustín de Hipona: “Un grupo de personas que trabajan juntas por buscar el bien de todos.”

Gracias torrijeños y torrijeñas por vuestras palabras de reconocimiento a mi aportación en este periódico. Vuestros comentarios, siempre positivos, sencillos, sinceros, me han proporcionado mucha alegría al escucharlos de vuestra voz o leerlos en el blog.

Gracias a todos y que el paso de los días en el 2010 cobre un nuevo e iluminador significado en nuestras vidas. Este deseo sobrevoló el cielo nocturno de Torrijos dentro de un globo color verde esperanza.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

*Regálate una nueva mirada

Es dificil, en un mundo plural como el nuestro, transmitir un mensaje universal y significativo de cara a las fiestas navideñas sin caer en tópicos. El origen, todos lo sabemos, está unido al nacimiento de Jesús, pero esta conmemoración no significa nada para millones de seres en el mundo que abrazan otras creencias, por tanto, si queremos encontrar algo común a todas las personas y culturas tendremos que tratar el tema desde una perspectiva que incluya esta diversidad.

Ya sea por que nazca Jesús o por la llegada del nuevo año, éstos son días de vivencia festiva en los que se producen encuentros, acercamientos, se participa, nos relacionamos. Y este fenómeno de celebración colectiva, sí es algo que se da en cualquier parte del mundo, por lo que, a partir de él, podríamos encontrar un propósito común: mirar con ojos nuevos nuestras relaciones.

Mirar con ojos renacidos -como cuando Neo, el protagonista de Matrix, nace por segunda vez; comenzar por perdonarnos los errores cometidos durante el año que termina y atrevernos a dar ese paso que tanto nos asusta, pero tan importante es en nuestro caminar.

Imaginemos esa mirada nueva entre padres e hijos, entre mujeres y hombres, entre jefes y empleados, un mirar novedoso de la humanidad hacia el mundo animal y hacia nuestro planeta Tierra; ojos nuevos y firmes en los gobernantes para que respeten a los ciudadanos, acercándose de verdad a sus problemas, que tal es su responsabilidad. Y en nosotros, ojos atentos para ver al que sufre en silencio, sea quien sea y venga de donde venga, y limpios de prejuicios para acercarnos y compartir con él algo tan sencillo como una cálida sonrisa; unos ojos nuevos, en fin, para mirar el mundo de forma distinta, alegre, solidaria, tierna….

Y, ya puestos, ¿por qué no entender este tiempo de renacimiento como una oportunidad para iniciar un cambio radical? Por ejemplo, para las personas que han ido perdiendo su trabajo, ver los hechos con ojos nuevos significaría aprovechar esta circunstancia desfavorable para dedicarse a lo que siempre quisieron y no tuvieron ocasión.

Pensemos en alguien, ese será nuestro regalo de esta navidad para él: mirarle con ojos nuevos. Y pensemos en nuestra nueva mirada, y que sea éste el obsequio más preciado que nos hagamos a nosotros mismo esta Navidad.

sábado, 14 de noviembre de 2009

*¡Si queremos, podemos!

Cansada ya de escuchar los mismos mensajes desalentadores, tales como “esto no sirve para nada” o “las cosas son así, ¿qué podemos hacer?”, quiero modestamente señalar frentes abiertos de lucha por un mundo mejor. Pues yo sí creo que podemos hacer mucho, y que todo cuanto se hace bien, al final, cuenta. Y no sólo para uno mismo, también para los demás.

Lo que sucede, ya lo decía Saint-Exupery en “El principito”, es que nos encantan las cifras, y si los resultados no se expresan en números, dejan de valer; o si los cambios no son radicales y espectaculares, no nos parecen cambios, cuando en realidad las auténticas transformaciones ocurren en silencio y paso a paso.

A modo de ejemplo, voy a sugerir una acción al alcance de todos: se trata del llamado “comercio justo”, un modelo de comercio alternativo liderado por movimientos sociales que buscan una relación justa entre productores y consumidores, respetando unos principios éticos que velan al mismo tiempo por las personas y por el medio ambiente.

Bastaría con que una vez al mes en cada uno de nuestros hogares comprásemos por el valor de tres euros cualquier producto certificado con el sello “Fairtrade”. Los productos que actualmente reciben este sello en España son azúcar, café, té y cacao. En el resto del planeta también se venden otros artículos con este sello oficial de “comercio justo”: vino, arroz, especias, fruta fresca, miel, algodón…, además de los ya mencionados que podemos hallar en nuestro país.

Y ¿para qué serviría esto? Seguro que a todos se nos ocurren respuestas. Por mi parte, señalaré dos:

1ª. Para favorecer el desarrollo de comunidades productoras –normalmente, cooperativas- en los países en vías de desarrollo, y ser solidarios con las partes del mundo menos favorecidas.

2ª. Porque es una acción transformadora que defiende una forma más justa –y por tanto, más humana- de entender las relaciones comerciales.

Este es sólo un ejemplo de un cambio de actitud imprescindible si queremos mejorar nuestro mundo, en lugar de lamentarnos o descargar nuestra responsabilidad personal esperando que los gobiernos lo arreglen.

El mensaje, pues, es sencillo: si queremos, podemos cambiar las cosas. Basta con creer en nosotros… y sentirnos necesarios.

martes, 27 de octubre de 2009

*La India: un latido en mi memoria

Si tuviese que quedarme con algo del viaje de este verano a la India, sería con la sensación de que es un lugar al que debo volver.

Al intentar contaros mis impresiones, tomo conciencia de que es demasiada realidad desconocida la que dejé allí. Tras casi un mes de recorrer ciudades, pueblos y paisajes, volví aturdida y con la sensación de no haber comprendido nada, de haber dejado un mundo por descubrir. Y es que era tal la plaga de imágenes que iba captando o que directamente me asaltaban, que esto me impedía pensar. Sólo podía mirar, oler, observar sin descanso; fue todo tan chocante e insólito, que aún sigo procesando imágenes que mi memoria no se atreve a recuperar del todo por miedo a estremecerse.

Sí, estuve en la India, pero siento que volví desconociendo lo esencial de ese inmenso país y de sus gentes. Conservo, claro, toda esa algarabía de colores, formas, rostros, miradas, gestos, sonrisas… porque lo más destacable allí es la presencia humana. Pero no sé nada de lo que piensan y sienten porque no hubo tiempo para la charla tranquila y relajada.

Ser turista en la India te sitúa en un lugar diferente, te convierte en un objetivo, en un medio para obtener unas rupias, pero no eres un fin, alguien con quien hablar e intercambiar pensamientos. Tantos miles de ojos puestos en ti siguiéndote sin descanso con cientos de propuestas comerciales.
A veces te sorprendía alguien pidiéndote que te dejases fotografiar con su familia o incluso, como me sucedió a mi, cambiar su precioso sari por mi ropa tipo coronel tapioca. Se acercaban, hacían la foto y se marchaban con una sonrisa, sin mediar palabra; intercambiábamos imágenes y el saludo cordial, pero nada más.

Sí, debo volver a la India, pero de otro modo –tal vez de turista camuflada- para poder pararme y hablar con sus gentes; que me cuenten sus relatos de infancia, que me enseñen a jugar sus juegos y a soñar sus sueños, a bailar sus bailes y cocinar sus gustosos platos. Quiero escucharles sin prisa para poder mirarles por dentro. Eso es lo que me gustaría. Porque siento que hay tantas cosas que se esconden bajo esos lánguidos ojos y esos rostros entre serenos, tristes y vivaces, que el descubrirlo podría enseñarme un nuevo concepto de vivir.

martes, 13 de octubre de 2009

*Alicia en el país de las tachaduras

Hoy me gustaría que reflexionáramos juntos sobre la importancia del borrador y que fuéramos más allá de su consabida utilidad para descubrir su esencial valor.

El borrador es como un mapa que nos muestra nuestro recorrido. En él podemos ver, paso a paso, cómo se va desarrollando nuestro hacer, pero también cómo nosotros mismos vamos evolucionando y transformándonos a la par que trabajamos en él. Y es que el borrador de nuestro proyecto (cualquiera que sea) siempre nos dirá más de nuestro andar que de nuestra meta.

El proceso es un cuerpo a cuerpo con las dificultades, es donde surgen los accidentes, los imprevistos y cómo nos enfrentamos a ellos. Recoge ese momento donde podemos disfrutar del derecho a equivocarnos sin penalización; a fin de cuentas es tan sólo un boceto que puede ser sustituido o anulado por otro, y no pasa nada.

El trabajo en sucio es como un espacio protegido donde sólo habitamos nosotros y nuestro quehacer; es el lugar del tachón, del garabateo, de las ideas dispersas, de los ensayos infructuosos. Mientras estamos enfrascados allí, el tiempo vuela y nuestra mente se siente viva, dinámica, creativa, porque en un borrador nada es fijo.

En ese país de las tachaduras no estamos obligados a vestirnos con el inmaculado traje de los domingos, esas ropas exquisitas que nos impiden trabajar y divertirnos porque nos sentimos presionados por los resultados, la nota, o la etiqueta de apto o no apto, ignorando aspectos esenciales puestos en el asunto como por ejemplo la ilusión, el entusiasmo y el placer de habernos sentido activos, capaces.

Todos tenemos experiencias en las que hemos trabajado mucho y no hemos obtenido los resultados esperados o, peor aún, otros se han apuntado “el tanto”.
También sabemos de éxitos apabullantes concedidos a personas que ni tan siquiera han participado en el proyecto. Siendo así, ¿no sería mejor centrarnos más en el desarrollo personal, que siempre es nuestro, que en el rendimiento, que no deja de ser algo que depende más de otros: de los que juzgan, evalúan o “mandan”?

Disfrutemos pues de los procesos que nunca frustran y restemos importancia a ese éxito final supeditado a circunstancias ajenas a nosotros y que tantas veces resulta decepcionante.

El borrador, en definitiva, nos habla del atractivo de aprender, que no es otro que el de enriquecerse creando.

jueves, 1 de octubre de 2009

*La alegría de estar al margen

Por una vez, me encanta eso de ser tratada de forma diferente a mis colegas de profesión. Me refiero a la nueva ley anunciada por Esperanza Aguirre que pretende dar rango de autoridad pública al profesor. Los que trabajamos en concertada deberemos procurar ganarnos la autoridad de otra forma ya que no pertenecemos a la función pública.

Dice Hannah Arendt* que “se usa la fuerza cuando la autoridad fracasa”. La auténtica autoridad no puede nacer ni de la coacción ni de la persuasión porque los que obedecen deberían conservar su libertad. Sin embargo, todos estamos de acuerdo en que los estudiantes deben obedecer. En ensamblar con armonía obediencia y libertad está el arte de la educación.

Los que llevamos años compartiendo espacio y experiencias con alumnos, sabemos que la autoridad sana está unida al respeto, aprecio y valoración de la persona y su trabajo. Su significado genuino aparece en frases usuales de nuestra lengua como por ejemplo “Fulanito es una autoridad en la materia”, es decir, alguien competente, que sabe. Y desde su saber adquiere la capacidad de influir en los otros.

Yo quiero vivir en un mundo donde la autoridad sea fruto de la justicia y la sabiduría y no del miedo al castigo. Desearía colaborar en la construcción de relaciones cordiales donde los menores respeten a los adultos por lo que son, y los mayores se conviertan en modelos ejemplares dignos de admiración y respeto y no temidos, al estar respaldados por una ley quizá útil para reprimir conductas violentas e inadmisibles pero ¿nos ayudará en nuestro trabajo diario?

Me quedo con algo que aprendí de un compañero de la pública una tarde serena de otoño: “La autoridad en los centros educativos es la cercanía afectiva”.

*Hannah Arendt, "Entre el pasado y el futuro".

viernes, 11 de septiembre de 2009

*Desde el cuarto trastero del sentir

A veces la vida se salta las normas de la razón y decide quedarse con el lado emocional del alma que rompe con ese equilibrio tan sensato. En ese momento, el mundo desaparece y nace nuestro mundo, construido beso a beso en un acto infinito de reconciliación con la vida.

Desde el sentir no te asustan los monstruos de la infancia ni te atrapan los fantasmas del pasado. La luz que te inunda es tan poderosa que se hace insoportable para estos agujeros negros cosidos a tu espalda, y huyen despavoridos. Llega un momento que la carga se diluye y te elevas. Ya no sientes el peso de la vida como lo sentía Sísifo en su absurdo y cansino deambular monte arriba y monte abajo preguntándose todo el tiempo: ¿y tanto trajín para nada?

Desde el amor sólo se puede vivir a manos llenas sin perder un sólo minuto en memeces como mirar el teléfono móvil, porque además los ojos sólo ven la mirada del otro y en su trayectoria se unen las bocas en un acto de comunicación donde sobran las palabras. Las pieles se deslizan como peces de colores en un continuo sin equívocos ni malentendidos, sólo caricias sonrientes que te invitan a vivir a pecho descubierto, sin miedo a nada.

Y en este estado, ¿qué queda, sino pedir que no se quiebre? Porque todos sabemos lo que tiene eso del sentir, que es efímero y frágil, y cuando decide mustiarse lo que nos queda es la memoria. Recuerdos que suavicen los requiebros, y ensoñaciones que alumbren nuevos y anhelados encuentros.

lunes, 7 de septiembre de 2009

*El sillón del amor

El sillón del amor me habla cada noche suavecito, cuando ya los quehaceres cotidianos me abandonan, y entonces me abraza en silencio para pasar un ratito a solas conmigo. Él y yo, acurrucados muy juntos bajo un manto de estrellas embriagadas por nuestros besos de vino.

Momentos mágicos vividos para siempre, regalos de la vida que te visitan cada noche en la tenue calma de la oscuridad tardía.

Cuando estás contigo a solas, lo vivido siempre vuelve y te recuerda que realmente existió para que no te engañes cuando la razón te convence de que no fue así, o de que el olvido es mejor.

Mejor, peor, igual: valoraciones egocéntricas que nos desconectan de la vida tal vez, pero que nos ponen a salvo. ¿A salvo de qué? de la falsa seguridad, enfermiza herencia de esta modernidad individualista y liberal.

¡Sssshhh…! Deja de pensar y siente. Grita al viento sintiendo que estuviste allí, en ese lugar hijo del abrazo de dos egos diluidos para entrelazarse hasta la locura en la unicidad del Ser.

¡Uhmmm…! Me quedé dormida en los oníricos brazos del sillón del amor. Y al despertar, dos copas de vino vacías y un sillón dormido me revelaron que no todo había sido un sueño.

martes, 11 de agosto de 2009

*Desde el cuarto trastero del pensar

¿Por qué este empeño mío en vivir mayoritariamente en el mundo de la razón, del conocimiento, de las ideas, de la reflexión? Creo que la respuesta tiene que ver con eso que decía mi admirado Platón: en ese lugar todo es más estable. Mientras te mantienes ahí, entretenida por mil relaciones entre fenómenos, discursos y argumentos, estás a salvo.
¿A salvo de qué? ¿De quién? A salvo del flujo emocional que te apabulla y te somete rompiendo tu equilibrio.

En el mundo estático de las ideas vives la ilusión del control porque todo está donde lo dejas, y ahí te espera, sin pedir nada, sin exigir, para que lo manosees cómo y cuando mejor te venga en gana.
Por el contrario, lo emocional te embarga cuando quiere, no pide permiso, es insolente y rebelde, te descoloca y te invade, te atenaza y te acuchilla.
Pero cuando llevas un infinito de segundos con las palabras y te paras a sentir te das cuenta de que no sientes, que no te encuentras, que no percibes; incluso te asustas porque no sabes si tu corazón late o es todo un espejismo. Es la calma, el control, la estabilidad de lo inmutable. Hoy sé lo que significan estas palabras. Hoy he vivido la abstracción de los conceptos eternos.

Hace tiempo ya que me perdí entre las palabras y desconecté del sentir, así es como vivo la calma. Es algo placentero y atractivo que te da paz y autonomía, pero tiene un matiz de tristeza y pesadumbre. Algo que pesa me borra la sonrisa, se me agolpan recuerdos, algo vagos ya, de estados exultantes donde los picos asaltaban mi pecho como agujas.

El silencio me acompaña porque en el mundo de las palabras estás sola. Me apetece llorar. No sé por qué. Quisiera fundirme en un beso deseado de verdad.

martes, 4 de agosto de 2009

*Bailar los tiempos

Que el tiempo no me gane la partida,
ser libre para mirarte,
sentir mariposas en el estómago,
imaginar el sabor de tu boca,
desear besarte
querer ardientemente besarte
desearte, sí, sí, sí ....

Si no hay prisas será más fácil
saber qué siento en el silencio
de nuestros cuerpos pegados al sol
rompiendo el vacío crecido por el tiempo.

Tiempo que marca cada encuentro,
maldito tiempo que nos roba
el gusto de buscarnos tiento a tiento,
romper quiero con esta tiranía
de los tiempos modernos
y recuperar el ritmo natural del cuerpo;
que sea él quien me hable
y me guie con su criterio,
escuchar sus tonos, su melodía
palpitando de su mano será todo
más cierto que ganar tiempo.

Sentir sin tiempo,
contar con tiempo,
regar a tiempo
la flor del tiempo.

Templar los vientos,
estar atentos,
gozar muy lentos,
bailar los tiempos.

No permitiré que me presiones,
a tiempo te lo digo,
no marques mis tiempos
déjame libre, a mi paso
para escuchar sus pasos
para marcar los míos
sin tiempo, templados,
temblando los labios
te digo: te amo…
todo el tiempo.

lunes, 20 de julio de 2009

*La locura que envenena y contamina

Hoy quiero hablar de la locura. Pero no de esa “locura romántica” de la que todos alguna vez nos hemos embriagado, sino de la locura entendida como trastorno más o menos transitorio de nuestras facultades mentales y emocionales, y que nos lleva a realizar actos de insensatez o desatino. De esa locura quiero hoy hablar.

¿Por qué hablar de locura? Porque de pronto, un día se ven cosas que no suceden en realidad, se oyen palabras que no se pronunciaron, el “yo” se desata y emprende una batalla para controlar al otro. Se vigila su móvil, se cachea su ordenador, se envían hirientes mensajes anónimos a sus amigos, se persigue a esa “persona amada” como sea: en presencia, con llamadas, con mensajes, chantajes, amenazas, llantos, voces, rabietas, tensión, angustia, y todo... para evitar justamente lo que provocamos: la pérdida del otro.

Cuando sufrimos experiencias de este tipo, el miedo es el rey que a lomos del Caballo Dolor lo gobierna todo con la fuerza de un ciclón descontrolado, arrollador, destructivo, obsesivo, incansable, demoledor.
Estamos hablando, naturalmente, de los celos. Y me pregunto: ¿son los celos algo innato y universal, es decir, algo que ocurre en cualquier parte donde haya personas en relación, o son un fenómeno cultural que únicamente se da en ciertos tipos de sociedades? ¿Qué pensáis sobre ello?

Tras el envenenamiento de la locura queda la tristeza, la desilusión, el cansancio. Son las cenizas del después. Los labios callan, los ojos hablan, la luz del corazón se achica y crece la perplejidad mientras una pregunta te cimbrea el cerebro: ¿qué queremos decir cuando decimos a alguien “te quiero”?
¿Queremos decir: tengo derechos sobre tu vida; puedo herirte sin pensármelo dos veces; puedo incordiarte sin permiso; puedo decir cuanto salga por mi boca sin miramiento alguno; puedo pedirte y hasta exigirte lo que me plazca sin límites; puedo invadir tu corazón, tu casa, tu espacio, tu tiempo, tus pensamientos; puedo secuestrar tu libertad porque ya no eres dueña o dueño de ti, sino mío o mía, y todo justamente por eso, porque “te quiero”?

Y vuelvo a preguntarme: ¿es esto querer? ¿No es más bien un “ poder sobre el otro” que va creciendo y creciendo a costa del silencioso respeto de aquel que en nombre del “amor” ya no es respetado?

¡Ay, es tal la locura que corre que yo ya no sé si quiero que me quieran!

lunes, 29 de junio de 2009

*Te regalo

Te regalo mi sonrisa verde campo
el azul grisáceo de ese cielo plomizo
de esta tarde junto a ti
setenta minutos montado en mi bici
meciéndote al son de Enya.

Te regalo mi regazo sabroso
bordeado de tanta belleza
mojado por una lluvia de sentires
ocultos bajo una piel tejida
a golpe de síes que brotan
desde el ser porque en él somos
miles de años hace ya.

Te regalo el fuego amarillo primavera
que ilumina mi mirada
cada paso buscándote
soñándote cada luna
esperando junto a mi niña
que se haga el milagro.

Y esta suave melodía que me regala tu voz
me la dedico a mi.

*El amor por la vida

El amor por la vida
que me invade y me aprisiona las venas,
esta fuerza inmensa que me agarra los dientes,
esta luz que me persigue y me estruja las sienes,
este amor que me nace por un mundo mejor.

Quisiera explotar en un acto inmenso
de energía cuántica reprimida
durante años desérticos
por mirar demasiado intensamente mi ombligo
desnutrido por tanto desgaste de mi mirar.

Si pudiera acariciar el mundo
como entrecruzo mis manos
si pudiera construir encuentros
como besos en mis labios
si pudiera gritar a todos que los amo.

Las conciencias despiertan, las siento
me hablan, me gritan: ¡queremos, sí!

viernes, 26 de junio de 2009

*El efecto Pigmalión

A veces lo sencillo es tan inmenso...
Lágrimas redondas y saltarinas, abrazadas por la sonrisa de la alegría y la satisfacción que te regala el otro cuando te dice: “gracias, durante este año he crecido mucho, y no en estatura”. Entonces tu alma se expande y te embarga la ilusión.

Creo que en este curso que termina yo también he crecido como maestra, y reflexionando junto a la orilla del río, he llegado a la conclusión de que a lo mejor es cierto eso que los psicólogos denominan “El efecto Pigmalión”. Es algo muy sencillo, pero sorprendente: consiste en que cuando tus expectativas sobre un alumno son positivas, es decir, esperas que aprenda y mejore, y que además se lo pase bien en el proceso, de alguna forma esa actitud tuya hace que se dé esa realidad en el otro.
En el lado contrario, encontramos lo que se conoce como “La profecía autocumplida”, y que consiste en que si tú tratas a un alumno como si fuese un vago, un inútil, un futuro fracasado, al final termina siéndolo.

Pienso que hay mucho de cierto en estos dos fenómenos de las relaciones interpersonales y es que todos necesitamos a alguien que crea en nosotros para lograr ser.

Se me ocurre que si todos los ciudadanos, bien agarraditos de las manos, esperásemos con fuerza que nuestros políticos fuesen honestos y se preocupasen de verdad por “el bien común”, tal vez el efecto Pigmalión funcionase, y nuestro país se iría convirtiendo en modelo de Europa en algo tan fundamental como es tener unos cuantos hombres buenos e íntegros que creen en el verdadero arte de la política. ¿Utopía? ¡Quién sabe! A veces lo inmenso es tan sencillo.
Queridos lectores/as, aunemos nuestras mentes y nuestros corazones, y deseémoslo con fuerza porque falta nos hacen esos “modelos ejemplares”.

Pero no quiero acabar sin invitaros a que dialoguéis conmigo sobre lo que aquí escribo, o sobre cualquier tema que os resulte interesante. Es por eso que he creado este blog, en el que iréis encontrando todos los artículos que vaya publicando en el periódico “Primera Edición”, de Torrijos. Espero ilusionada todas vuestras opiniones y comentarios críticos. ¡Animaos! Muchas gracias.

jueves, 25 de junio de 2009

*El Principio de Peter

"En un sistema jerárquico, todo empleado tiende a ascender hasta su máximo nivel de incompetencia".
Este principio, expuesto en 1969 por Lauren J. Peter, en su libro del mismo título, viene a decir que en toda empresa u organización jerárquica, la persona que realiza bien su trabajo es, a menudo, promocionada a un puesto de mayor responsabilidad para el cual, muchas veces, no reúne el perfil adecuado, y en consecuencia, dicha persona pasa a ser, en su nueva tarea, un empleado incompetente. Más tarde Goleman hizo uso de él en su libro “La práctica de la inteligencia emocional” para tratar un fenómeno social bastante extendido: el nivel de ineptitud de algunos de nuestros jefes.

Al hilo de la cuestión me surge la pregunta: ¿es lo mismo ser competente técnicamente y poseer un alto Coeficiente Intelectual que ser líder?
Según el principio anunciado, ahí estaría el origen de los males, en confundir estas dos cuestiones. Se puede saber mucho, por ejemplo, de cómo hacer un puente y nada de formar equipo y de adaptarse a los cambios. Los cargos deberían ser ocupados por personas que colaboran, no por gente que compite y que desea seguir adelante a expensas de los demás. Estaría mejor ser capaces de admitir los propios errores o saber recibir una crítica, que la ambición ciega y la sed de poder.

Por supuesto que todo esto que señala “El Principio de Peter” es verdad -los numerosos estudios de campo sobre organizaciones jerárquicas bien lo prueban-, pero se podría pensar que se trata de un problema más radical que podríamos llamar: malestar vital. Como bien dice el refrán “si no sabes hacia donde te diriges, cualquier camino sirve”. Seamos, pues, prudentes antes de decir sí, a determinadas propuestas que tienen más que ver con ciertos valores sociales que con nuestro auténtico y único yo.

Se pueden imaginar a un licenciado brillante acostumbrado a ser el mejor de su promoción haciéndose la pregunta: ¿serviré yo para ser jefe? ¿Qué sucede entonces? Que cree que lo importante es el éxito, y no su caminar, abandona el proceso de construcción de “su vida” olvidando quién es y quién quiere ser, y se sitúa en su estado: el éxito logrado (un puesto, un cargo, un status, fama...) ¿Estúpido no?
Tal vez, sea cuestión de rescatar un poco de sentido común, por aquello de que, al ser común, será más fácil mantenerlo a salvo entre todos, y porque al ser “sentido”, es algo vivo, dinámico, que no se deja colocar en ninguna elevada estantería, allá donde suelen figurar los libros más inútiles de las bibliotecas.

Una vez leí: “No hay inteligencia que resista un cargo”. Habrá, pues, que resistirse a los cargos, si no queremos perder los méritos propios. Es sano y vivificador que se mantenga el movimiento en nuestra vida, y que no olvidemos dichos populares como “temporal, esta vida es temporal, efímera” ¿Por qué es tan difícil aprender esta sencilla lección?
Temporales. Así deberían ser los cargos, los privilegios y los mandos: temporales como la vida misma, para evitar la estupidez y la máxima incompetencia como nos anuncia “El principio de Peter”.

Seamos, pues, Campanilla luminosa, alegre, divertida, en vez de ese Peter gris, ambicioso y lánguido, y juguemos a vivir sintiendo, "resistiendo contra", y olvidando la obsesión enfermiza del subiendo, embistiendo, compitiendo, porque nos anula y nos aleja del verdadero sentido de esta vida breve y fugaz: “ser felices”, que en este contexto significaría hacer lo que amamos, lo que nos gusta, lo que realmente sabemos hacer, disfrutándolo a tope. Sólo así conservaremos nuestra inteligencia, mantendremos la sonrisa y convertiremos nuestra vida en una obra de arte, pero no de ese arte que duerme expuesto en los más prestigiosos museos, sino del arte vivo, espontáneo, callejero...

*Patatas fritas


Todo empezó un septiembre de 2007 con una pregunta: “…pero, Carmen, ¿para qué sirve la filosofía? Entonces yo contesté: “tal vez sólo para una cosa: para que no os engañen, para aprender a pensar por vosotros mismos. En tres palabras, ¡para ser libres!”

Hoy es 20 de Mayo de 2009, nuestro último día en el escenario habitual compartido durante 18 meses. Os miro en silencio mientras realizáis vuestro último examen y siento que pierdo algo.

¿Qué pierdo? Las horas dedicadas, los esfuerzos, vuestra presencia, vuestras ganas de aprender, que me han arropado por doquier, animándome desde dentro para vencer el cansancio y la pérdida de paciencia. Pierdo vuestras miradas extrañadas e inquisidoras ¡Cómo, si no, interpretar el ceño fruncido de Mateo desde el fondo de la clase! O las continuas preguntas lanzadas por la voz de Fátima, o los comentarios relajados y razonables de las dos Ángelas, o los “…pero a ver, Carmen…” de Raquel, intentando aplicar a su vida todos esos encumbrados pensamientos de tanta cabeza pensante de nuestra historia occidental, o el empeño de Jorge en mostrarme las ventajas del capitalismo. O las voces encontradas del bachillerato de letras, enzarzadas en debates interminables que había que parar, para poder continuar con el temario previsto.

Son muchas cosas las que pierdo, y tomar conciencia de ello me ayuda a reconocer todo lo que me habéis dado en estos dos años, en los que, como dice el poeta “confieso que he vivido”.

¿Qué siento? Una profunda tristeza. El nudo en la garganta me dice que os echaré de menos. Mucho. Y siento alegría. Sé que la vida es perder y ganar, y conozco vuestros deseos de volar de aquí, de posar vuestros oídos en otras voces, y vuestras miradas en otros mundos. ¡Ánimo y sin miedo a nada desplegad alas!

¿Qué pienso? Que sois fuertes, que sabéis lo que queréis, y que vuestros pies son firmes para avanzar hacia la meta marcada. Lo lograreis, lo sé, y si no lo conseguís porque la vida juega con vosotros y os hace dar unas cuantas vueltas, poniendo a prueba vuestro empeño, que sepáis decir nuestra frase mágica, ¿recordáis? “Patatas fritas”, dos palabras que significaron para nosotros recuperar el espíritu estoico de “lo que no depende de ti, sólo queda aceptarlo de buen grado”.

¿Qué os pido? Que no borréis jamás de vuestro rostro la sonrisa, porque el proceso es lo que importa, y todo cuenta y suma, también las experiencias inesperadas y los fracasos.

¿Qué os deseo? Que no os traicionéis, olvidando lo que sois: corazones inteligentes. No permitáis que la inercia platónica os divida nunca.

Aquí nos quedamos este equipo de profesores, satisfechos, más o menos, con lo que hemos sabido o podido hacer, pero desde la distancia no dejaremos de miraros porque nada de lo que os suceda nos resultará ajeno jamás. Y si alguna vez la añoranza o el azar permiten que tengamos noticias vuestras, nos alegraremos de escuchar vuestras hazañas en ese siempre excitante campo de batalla que es la vida.

Y ya para terminar quiero responder a la pregunta planteada al principio: ¿para qué me sirve a mí la filosofía? Para conoceros, para disfrutar a vuestro lado, porque sin vosotros mi trabajo no tendría sentido. Por todo ello, ¡gracias! Os queremos. Todos. Yo también.

*Yolande: una modelo, y no precisamente de la pasarela Cibeles

“Tengan el valor de escuchar a las víctimas como a seres humanos”
Estas palabras, pronunciadas la tarde del jueves 16 de Abril en la “Sala Europa” del Senado por Yolande Mukagasana, fueron la carta de presentación de esta superviviente del genocidio ruandés de 1994, en el seminario internacional “Los genocidios del siglo XX”, celebrado en Madrid el pasado mes de abril.

Como veis, muchos símbolos (genocidios, Senado, Europa, víctimas, seres humanos...) reunidos en un mismo lugar, en un mismo momento. Y desearía que estas palabras de Yolande Mukagasana nos ayudasen, no sólo a reflexionar desde la diosa Razón ilustrada, sino también, o sobre todo, a sentir su mensaje desde las entrañas, como nos ocurrió a todos los allí presentes en aquella sala.

¿A qué nos invitó esta superviviente ruandesa a los europeos?
Empezaremos con las primeras palabras: “escuchar a las víctimas”. Víctimas que fueron sacrificadas ¿por quién? Parece que no importa. ¿Por qué? Tampoco parece importar. Víctimas, al fin y al cabo, de la barbarie humana. ¡Escuchémoslas, pues!

Sin embargo, Yolande no quería que la mirásemos con ojos compasivos. Nos pidió que la mirásemos como a un igual, como un ser humano mira a otro ser humano. ¿Qué nos estaba pidiendo? Creo que lo que pretendía decirnos es que su dolor no nos puede resultar ajeno porque somos iguales, y que no estamos a salvo de que la sinrazón nos elija a nosotros como víctimas, la próxima vez.

Otro aspecto que me conmovió fue lo que un conferenciante llamó “el poder de los vecinos” en la persecución de los judíos en nuestra Europa civilizada y progresista.
No fueron sólo “los que mandan” los únicos responsables del aniquilamiento de seis millones de personas inocentes e indefensas, sino las partes oscuras de nuestro corazón. Los judíos europeos eran entregados a sus verdugos, o salvados de ellos, por sus propios “vecinos”.

Vecino: el cercano, el prójimo más próximo y que, precisamente por eso, por ser lindante, contiguo, puede salvarte o aniquilarte, esto es: amarte u odiarte. Sencilla o compleja, pero ineludible elección de consecuencias muy distintas, fruto de nuestra libertad de actuar.

Con nuestro “poder de vecinos”, de seres cercanos a otros, día a día, frente a ciertas situaciones significantes -y hasta en los detalles cotidianos más insignificantes- nuestro ser dividido se decantará por ayudar o por mirar hacia otro lado. O peor aún: por dañar y convertir a nuestro igual en víctima.

Y a lo que, Yolande nos invita es precisamente a tener el valor de mirar al otro como a un ser humano igual a nosotros, ni distinto ni distante, ni superior ni inferior. Seres de la misma naturaleza o calidad, de la misma condición, y, en definitiva, de la misma especie.

“Somos iguales”, bonitas palabras; igualemos pues diferencias y volvámonos estatuas de sal cada vez que convirtamos en víctima a un igual.

Para terminar voy a traer a esta reflexión las palabras de una canción de Bébe que me encantan: “Yo soy del Sur, tú eres del Norte, no hablamos el mismo idioma pero haremos que no importe”.
O haremos algo que sí importe: haremos un harén de bondad, ya que, como bien dice el poeta Apollinaire, “la bondad es ese inmenso país donde todo se calla”.

Callemos las bocas que acusan, que insultan, los dedos que señalan y humillan, los ojos que intimidan, las manos que golpean y amenazan, y actuemos en silencio y desde la inocencia de un niño.

¡Gracias Yolande, “víctima del horror y del error humano”, por tu sencilla y maravillosa lección!