lunes, 29 de junio de 2009

*Te regalo

Te regalo mi sonrisa verde campo
el azul grisáceo de ese cielo plomizo
de esta tarde junto a ti
setenta minutos montado en mi bici
meciéndote al son de Enya.

Te regalo mi regazo sabroso
bordeado de tanta belleza
mojado por una lluvia de sentires
ocultos bajo una piel tejida
a golpe de síes que brotan
desde el ser porque en él somos
miles de años hace ya.

Te regalo el fuego amarillo primavera
que ilumina mi mirada
cada paso buscándote
soñándote cada luna
esperando junto a mi niña
que se haga el milagro.

Y esta suave melodía que me regala tu voz
me la dedico a mi.

*El amor por la vida

El amor por la vida
que me invade y me aprisiona las venas,
esta fuerza inmensa que me agarra los dientes,
esta luz que me persigue y me estruja las sienes,
este amor que me nace por un mundo mejor.

Quisiera explotar en un acto inmenso
de energía cuántica reprimida
durante años desérticos
por mirar demasiado intensamente mi ombligo
desnutrido por tanto desgaste de mi mirar.

Si pudiera acariciar el mundo
como entrecruzo mis manos
si pudiera construir encuentros
como besos en mis labios
si pudiera gritar a todos que los amo.

Las conciencias despiertan, las siento
me hablan, me gritan: ¡queremos, sí!

viernes, 26 de junio de 2009

*El efecto Pigmalión

A veces lo sencillo es tan inmenso...
Lágrimas redondas y saltarinas, abrazadas por la sonrisa de la alegría y la satisfacción que te regala el otro cuando te dice: “gracias, durante este año he crecido mucho, y no en estatura”. Entonces tu alma se expande y te embarga la ilusión.

Creo que en este curso que termina yo también he crecido como maestra, y reflexionando junto a la orilla del río, he llegado a la conclusión de que a lo mejor es cierto eso que los psicólogos denominan “El efecto Pigmalión”. Es algo muy sencillo, pero sorprendente: consiste en que cuando tus expectativas sobre un alumno son positivas, es decir, esperas que aprenda y mejore, y que además se lo pase bien en el proceso, de alguna forma esa actitud tuya hace que se dé esa realidad en el otro.
En el lado contrario, encontramos lo que se conoce como “La profecía autocumplida”, y que consiste en que si tú tratas a un alumno como si fuese un vago, un inútil, un futuro fracasado, al final termina siéndolo.

Pienso que hay mucho de cierto en estos dos fenómenos de las relaciones interpersonales y es que todos necesitamos a alguien que crea en nosotros para lograr ser.

Se me ocurre que si todos los ciudadanos, bien agarraditos de las manos, esperásemos con fuerza que nuestros políticos fuesen honestos y se preocupasen de verdad por “el bien común”, tal vez el efecto Pigmalión funcionase, y nuestro país se iría convirtiendo en modelo de Europa en algo tan fundamental como es tener unos cuantos hombres buenos e íntegros que creen en el verdadero arte de la política. ¿Utopía? ¡Quién sabe! A veces lo inmenso es tan sencillo.
Queridos lectores/as, aunemos nuestras mentes y nuestros corazones, y deseémoslo con fuerza porque falta nos hacen esos “modelos ejemplares”.

Pero no quiero acabar sin invitaros a que dialoguéis conmigo sobre lo que aquí escribo, o sobre cualquier tema que os resulte interesante. Es por eso que he creado este blog, en el que iréis encontrando todos los artículos que vaya publicando en el periódico “Primera Edición”, de Torrijos. Espero ilusionada todas vuestras opiniones y comentarios críticos. ¡Animaos! Muchas gracias.

jueves, 25 de junio de 2009

*El Principio de Peter

"En un sistema jerárquico, todo empleado tiende a ascender hasta su máximo nivel de incompetencia".
Este principio, expuesto en 1969 por Lauren J. Peter, en su libro del mismo título, viene a decir que en toda empresa u organización jerárquica, la persona que realiza bien su trabajo es, a menudo, promocionada a un puesto de mayor responsabilidad para el cual, muchas veces, no reúne el perfil adecuado, y en consecuencia, dicha persona pasa a ser, en su nueva tarea, un empleado incompetente. Más tarde Goleman hizo uso de él en su libro “La práctica de la inteligencia emocional” para tratar un fenómeno social bastante extendido: el nivel de ineptitud de algunos de nuestros jefes.

Al hilo de la cuestión me surge la pregunta: ¿es lo mismo ser competente técnicamente y poseer un alto Coeficiente Intelectual que ser líder?
Según el principio anunciado, ahí estaría el origen de los males, en confundir estas dos cuestiones. Se puede saber mucho, por ejemplo, de cómo hacer un puente y nada de formar equipo y de adaptarse a los cambios. Los cargos deberían ser ocupados por personas que colaboran, no por gente que compite y que desea seguir adelante a expensas de los demás. Estaría mejor ser capaces de admitir los propios errores o saber recibir una crítica, que la ambición ciega y la sed de poder.

Por supuesto que todo esto que señala “El Principio de Peter” es verdad -los numerosos estudios de campo sobre organizaciones jerárquicas bien lo prueban-, pero se podría pensar que se trata de un problema más radical que podríamos llamar: malestar vital. Como bien dice el refrán “si no sabes hacia donde te diriges, cualquier camino sirve”. Seamos, pues, prudentes antes de decir sí, a determinadas propuestas que tienen más que ver con ciertos valores sociales que con nuestro auténtico y único yo.

Se pueden imaginar a un licenciado brillante acostumbrado a ser el mejor de su promoción haciéndose la pregunta: ¿serviré yo para ser jefe? ¿Qué sucede entonces? Que cree que lo importante es el éxito, y no su caminar, abandona el proceso de construcción de “su vida” olvidando quién es y quién quiere ser, y se sitúa en su estado: el éxito logrado (un puesto, un cargo, un status, fama...) ¿Estúpido no?
Tal vez, sea cuestión de rescatar un poco de sentido común, por aquello de que, al ser común, será más fácil mantenerlo a salvo entre todos, y porque al ser “sentido”, es algo vivo, dinámico, que no se deja colocar en ninguna elevada estantería, allá donde suelen figurar los libros más inútiles de las bibliotecas.

Una vez leí: “No hay inteligencia que resista un cargo”. Habrá, pues, que resistirse a los cargos, si no queremos perder los méritos propios. Es sano y vivificador que se mantenga el movimiento en nuestra vida, y que no olvidemos dichos populares como “temporal, esta vida es temporal, efímera” ¿Por qué es tan difícil aprender esta sencilla lección?
Temporales. Así deberían ser los cargos, los privilegios y los mandos: temporales como la vida misma, para evitar la estupidez y la máxima incompetencia como nos anuncia “El principio de Peter”.

Seamos, pues, Campanilla luminosa, alegre, divertida, en vez de ese Peter gris, ambicioso y lánguido, y juguemos a vivir sintiendo, "resistiendo contra", y olvidando la obsesión enfermiza del subiendo, embistiendo, compitiendo, porque nos anula y nos aleja del verdadero sentido de esta vida breve y fugaz: “ser felices”, que en este contexto significaría hacer lo que amamos, lo que nos gusta, lo que realmente sabemos hacer, disfrutándolo a tope. Sólo así conservaremos nuestra inteligencia, mantendremos la sonrisa y convertiremos nuestra vida en una obra de arte, pero no de ese arte que duerme expuesto en los más prestigiosos museos, sino del arte vivo, espontáneo, callejero...

*Patatas fritas


Todo empezó un septiembre de 2007 con una pregunta: “…pero, Carmen, ¿para qué sirve la filosofía? Entonces yo contesté: “tal vez sólo para una cosa: para que no os engañen, para aprender a pensar por vosotros mismos. En tres palabras, ¡para ser libres!”

Hoy es 20 de Mayo de 2009, nuestro último día en el escenario habitual compartido durante 18 meses. Os miro en silencio mientras realizáis vuestro último examen y siento que pierdo algo.

¿Qué pierdo? Las horas dedicadas, los esfuerzos, vuestra presencia, vuestras ganas de aprender, que me han arropado por doquier, animándome desde dentro para vencer el cansancio y la pérdida de paciencia. Pierdo vuestras miradas extrañadas e inquisidoras ¡Cómo, si no, interpretar el ceño fruncido de Mateo desde el fondo de la clase! O las continuas preguntas lanzadas por la voz de Fátima, o los comentarios relajados y razonables de las dos Ángelas, o los “…pero a ver, Carmen…” de Raquel, intentando aplicar a su vida todos esos encumbrados pensamientos de tanta cabeza pensante de nuestra historia occidental, o el empeño de Jorge en mostrarme las ventajas del capitalismo. O las voces encontradas del bachillerato de letras, enzarzadas en debates interminables que había que parar, para poder continuar con el temario previsto.

Son muchas cosas las que pierdo, y tomar conciencia de ello me ayuda a reconocer todo lo que me habéis dado en estos dos años, en los que, como dice el poeta “confieso que he vivido”.

¿Qué siento? Una profunda tristeza. El nudo en la garganta me dice que os echaré de menos. Mucho. Y siento alegría. Sé que la vida es perder y ganar, y conozco vuestros deseos de volar de aquí, de posar vuestros oídos en otras voces, y vuestras miradas en otros mundos. ¡Ánimo y sin miedo a nada desplegad alas!

¿Qué pienso? Que sois fuertes, que sabéis lo que queréis, y que vuestros pies son firmes para avanzar hacia la meta marcada. Lo lograreis, lo sé, y si no lo conseguís porque la vida juega con vosotros y os hace dar unas cuantas vueltas, poniendo a prueba vuestro empeño, que sepáis decir nuestra frase mágica, ¿recordáis? “Patatas fritas”, dos palabras que significaron para nosotros recuperar el espíritu estoico de “lo que no depende de ti, sólo queda aceptarlo de buen grado”.

¿Qué os pido? Que no borréis jamás de vuestro rostro la sonrisa, porque el proceso es lo que importa, y todo cuenta y suma, también las experiencias inesperadas y los fracasos.

¿Qué os deseo? Que no os traicionéis, olvidando lo que sois: corazones inteligentes. No permitáis que la inercia platónica os divida nunca.

Aquí nos quedamos este equipo de profesores, satisfechos, más o menos, con lo que hemos sabido o podido hacer, pero desde la distancia no dejaremos de miraros porque nada de lo que os suceda nos resultará ajeno jamás. Y si alguna vez la añoranza o el azar permiten que tengamos noticias vuestras, nos alegraremos de escuchar vuestras hazañas en ese siempre excitante campo de batalla que es la vida.

Y ya para terminar quiero responder a la pregunta planteada al principio: ¿para qué me sirve a mí la filosofía? Para conoceros, para disfrutar a vuestro lado, porque sin vosotros mi trabajo no tendría sentido. Por todo ello, ¡gracias! Os queremos. Todos. Yo también.

*Yolande: una modelo, y no precisamente de la pasarela Cibeles

“Tengan el valor de escuchar a las víctimas como a seres humanos”
Estas palabras, pronunciadas la tarde del jueves 16 de Abril en la “Sala Europa” del Senado por Yolande Mukagasana, fueron la carta de presentación de esta superviviente del genocidio ruandés de 1994, en el seminario internacional “Los genocidios del siglo XX”, celebrado en Madrid el pasado mes de abril.

Como veis, muchos símbolos (genocidios, Senado, Europa, víctimas, seres humanos...) reunidos en un mismo lugar, en un mismo momento. Y desearía que estas palabras de Yolande Mukagasana nos ayudasen, no sólo a reflexionar desde la diosa Razón ilustrada, sino también, o sobre todo, a sentir su mensaje desde las entrañas, como nos ocurrió a todos los allí presentes en aquella sala.

¿A qué nos invitó esta superviviente ruandesa a los europeos?
Empezaremos con las primeras palabras: “escuchar a las víctimas”. Víctimas que fueron sacrificadas ¿por quién? Parece que no importa. ¿Por qué? Tampoco parece importar. Víctimas, al fin y al cabo, de la barbarie humana. ¡Escuchémoslas, pues!

Sin embargo, Yolande no quería que la mirásemos con ojos compasivos. Nos pidió que la mirásemos como a un igual, como un ser humano mira a otro ser humano. ¿Qué nos estaba pidiendo? Creo que lo que pretendía decirnos es que su dolor no nos puede resultar ajeno porque somos iguales, y que no estamos a salvo de que la sinrazón nos elija a nosotros como víctimas, la próxima vez.

Otro aspecto que me conmovió fue lo que un conferenciante llamó “el poder de los vecinos” en la persecución de los judíos en nuestra Europa civilizada y progresista.
No fueron sólo “los que mandan” los únicos responsables del aniquilamiento de seis millones de personas inocentes e indefensas, sino las partes oscuras de nuestro corazón. Los judíos europeos eran entregados a sus verdugos, o salvados de ellos, por sus propios “vecinos”.

Vecino: el cercano, el prójimo más próximo y que, precisamente por eso, por ser lindante, contiguo, puede salvarte o aniquilarte, esto es: amarte u odiarte. Sencilla o compleja, pero ineludible elección de consecuencias muy distintas, fruto de nuestra libertad de actuar.

Con nuestro “poder de vecinos”, de seres cercanos a otros, día a día, frente a ciertas situaciones significantes -y hasta en los detalles cotidianos más insignificantes- nuestro ser dividido se decantará por ayudar o por mirar hacia otro lado. O peor aún: por dañar y convertir a nuestro igual en víctima.

Y a lo que, Yolande nos invita es precisamente a tener el valor de mirar al otro como a un ser humano igual a nosotros, ni distinto ni distante, ni superior ni inferior. Seres de la misma naturaleza o calidad, de la misma condición, y, en definitiva, de la misma especie.

“Somos iguales”, bonitas palabras; igualemos pues diferencias y volvámonos estatuas de sal cada vez que convirtamos en víctima a un igual.

Para terminar voy a traer a esta reflexión las palabras de una canción de Bébe que me encantan: “Yo soy del Sur, tú eres del Norte, no hablamos el mismo idioma pero haremos que no importe”.
O haremos algo que sí importe: haremos un harén de bondad, ya que, como bien dice el poeta Apollinaire, “la bondad es ese inmenso país donde todo se calla”.

Callemos las bocas que acusan, que insultan, los dedos que señalan y humillan, los ojos que intimidan, las manos que golpean y amenazan, y actuemos en silencio y desde la inocencia de un niño.

¡Gracias Yolande, “víctima del horror y del error humano”, por tu sencilla y maravillosa lección!