Si tuviese que quedarme con algo del viaje de este verano a la India, sería con la sensación de que es un lugar al que debo volver.
Al intentar contaros mis impresiones, tomo conciencia de que es demasiada realidad desconocida la que dejé allí. Tras casi un mes de recorrer ciudades, pueblos y paisajes, volví aturdida y con la sensación de no haber comprendido nada, de haber dejado un mundo por descubrir. Y es que era tal la plaga de imágenes que iba captando o que directamente me asaltaban, que esto me impedía pensar. Sólo podía mirar, oler, observar sin descanso; fue todo tan chocante e insólito, que aún sigo procesando imágenes que mi memoria no se atreve a recuperar del todo por miedo a estremecerse.
Sí, estuve en la India, pero siento que volví desconociendo lo esencial de ese inmenso país y de sus gentes. Conservo, claro, toda esa algarabía de colores, formas, rostros, miradas, gestos, sonrisas… porque lo más destacable allí es la presencia humana. Pero no sé nada de lo que piensan y sienten porque no hubo tiempo para la charla tranquila y relajada.
Ser turista en la India te sitúa en un lugar diferente, te convierte en un objetivo, en un medio para obtener unas rupias, pero no eres un fin, alguien con quien hablar e intercambiar pensamientos. Tantos miles de ojos puestos en ti siguiéndote sin descanso con cientos de propuestas comerciales.
A veces te sorprendía alguien pidiéndote que te dejases fotografiar con su familia o incluso, como me sucedió a mi, cambiar su precioso sari por mi ropa tipo coronel tapioca. Se acercaban, hacían la foto y se marchaban con una sonrisa, sin mediar palabra; intercambiábamos imágenes y el saludo cordial, pero nada más.
Sí, debo volver a la India, pero de otro modo –tal vez de turista camuflada- para poder pararme y hablar con sus gentes; que me cuenten sus relatos de infancia, que me enseñen a jugar sus juegos y a soñar sus sueños, a bailar sus bailes y cocinar sus gustosos platos. Quiero escucharles sin prisa para poder mirarles por dentro. Eso es lo que me gustaría. Porque siento que hay tantas cosas que se esconden bajo esos lánguidos ojos y esos rostros entre serenos, tristes y vivaces, que el descubrirlo podría enseñarme un nuevo concepto de vivir.
Al intentar contaros mis impresiones, tomo conciencia de que es demasiada realidad desconocida la que dejé allí. Tras casi un mes de recorrer ciudades, pueblos y paisajes, volví aturdida y con la sensación de no haber comprendido nada, de haber dejado un mundo por descubrir. Y es que era tal la plaga de imágenes que iba captando o que directamente me asaltaban, que esto me impedía pensar. Sólo podía mirar, oler, observar sin descanso; fue todo tan chocante e insólito, que aún sigo procesando imágenes que mi memoria no se atreve a recuperar del todo por miedo a estremecerse.
Sí, estuve en la India, pero siento que volví desconociendo lo esencial de ese inmenso país y de sus gentes. Conservo, claro, toda esa algarabía de colores, formas, rostros, miradas, gestos, sonrisas… porque lo más destacable allí es la presencia humana. Pero no sé nada de lo que piensan y sienten porque no hubo tiempo para la charla tranquila y relajada.
Ser turista en la India te sitúa en un lugar diferente, te convierte en un objetivo, en un medio para obtener unas rupias, pero no eres un fin, alguien con quien hablar e intercambiar pensamientos. Tantos miles de ojos puestos en ti siguiéndote sin descanso con cientos de propuestas comerciales.
A veces te sorprendía alguien pidiéndote que te dejases fotografiar con su familia o incluso, como me sucedió a mi, cambiar su precioso sari por mi ropa tipo coronel tapioca. Se acercaban, hacían la foto y se marchaban con una sonrisa, sin mediar palabra; intercambiábamos imágenes y el saludo cordial, pero nada más.
Sí, debo volver a la India, pero de otro modo –tal vez de turista camuflada- para poder pararme y hablar con sus gentes; que me cuenten sus relatos de infancia, que me enseñen a jugar sus juegos y a soñar sus sueños, a bailar sus bailes y cocinar sus gustosos platos. Quiero escucharles sin prisa para poder mirarles por dentro. Eso es lo que me gustaría. Porque siento que hay tantas cosas que se esconden bajo esos lánguidos ojos y esos rostros entre serenos, tristes y vivaces, que el descubrirlo podría enseñarme un nuevo concepto de vivir.
hola Carmen.
ResponderEliminarSolo quiero decirte que me gusta tu filosofia de la vida. Conocer el interior de las personas es importante y no dejarte deslumbrar por lo exterior.
Una humilde persona que lee tus comentarios en el peridico primera edicción.
Hola,
ResponderEliminartu comentario me ha emocionado porque de tus palabras se deduce que compartimos valores y eso me alegra. Pero también me ha gustado porque reflejan una persona especial.
Gracias por tu detalle tan bonito.
Leo sobre tu viaje a India y me viene a la memoria un cuento que leí, proveniente, al parecer, de la tradición hindú.
ResponderEliminarHabía una vez tres sabios y los tres eran ciegos. Como no podían ver, se habían acostumbrado a conocer las cosas con sólo tocarlas. Usaban sus manos para darse cuenta del tamaño, de la calidad y de la calidez de las cosas.
Sucedió que un circo llegó al pueblo donde vivían. Y en circo venía un gran elefante
blanco. Y era tan extraordinario este animal que toda la gente no hacía más que hablar de él.
Los tres sabios que eran ciegos quisieron también ellos conocer al elefante. Se hicieron conducir hasta el lugar donde estaba y pidieron permiso para poder tocarlo. Como el animal era muy manso, no hubo ningún inconveniente para que lo hicieran.
El primero de los tres estiró sus manos y tocó a la bestia en la cabeza. Sintió bajo
sus dedos las enormes orejas y los dos tremendos colmillos de marfil que
sobresalían de la pequeña boca. Quedó tan admirado de lo que había conocido que
inmediatamente fue a contarles a los otros dos lo que había aprendido. Les dijo:
- El elefante es como un tronco, cubierto a ambos lados por dos enormes mantas, y del cual
salen dos grandes lanzas frías y duras.
Pero resulta que cuando le tocó el turno al segundo sabio, sus manos tocaron al animal en la panza. Trató de rodear su cuerpo, pero éste era tan alto que no alcanzaba a abarcarlo con los dos brazos abiertos. Luego decidió también él contar lo que había aprendido. Les dijo:
- El elefante se parece a un tambor colocado sobre cuatro gruesas patas, y está
forrado de cuero con pelo para afuera.
Entonces fue el tercer sabio, y agarró el animal justo por la cola. se colgó de ella y comenzó a columpiarse como hacen los niños con una soga. Estuvo largo rato divirtiéndose en medio de la risa de todos. Cuando dejó el juego, comentaba lo que sabía. También él dijo:
- Yo sé muy bien lo que es un elefante. Es una cuerda fuerte y gruesa, que tiene un
pincel en la punta. Sirve para columpiarse.
Cuando los tres sabios volvieron a casa y comenzaron a charlar entre ellos lo que
habían descubierto sobre el elefante no se podían poner de acuerdo. Cada uno
estaba plenamente seguro de lo que conocía. Y además tenía la certeza de que sólo
había un elefante y de que los tres estaban hablando de lo mismo, pero lo que
decían parecía imposible de concordar. Tanto charlaron y discutieron que casi se pelearon.
Al fin os, decidieron hacerse ayudar, y
fueron a preguntar a otro sabio que había tenido la oportunidad de ver al elefante con sus propios ojos.
Y entonces descubrieron que cada uno de ellos tenía razón. Una parte de la razón.
Pero que conocían del elefante solamente la parte que habían tocado. Y le creyeron
al que lo había visto y les hablaba del elefante entero.
Así, tú Carmen. Como cada uno de los sabios ciegos has podido aprehender una parte de esa India enorme. Posiblemente escucharás a otros y te contarán cosas distintas. Pero no cabe duda, no has de tener dudas, de que todos habláis de la misma enorme realidad: India.
Algún día volverás allá. Yo no lo dudo.
Hola Rogelio,
ResponderEliminarGracias por el cuento, bien cierto es que cada uno tiene una percepción desde el lugar que ocupa en el mundo o desde el momento que vive. O incluso, como es mi caso, desde la manera de viajar. Siento que me he traído mil imágenes de la India pero tengo la impresión de que no he conocido el corazón de aquellas gentes. Por supuesto esto es imposible siendo turista.
En fin, es mi impresión desde mi realidad de ahora y teniendo en cuenta lo que guardo en mi memoria. Y creo como tu me vaticinas que volveré a la India pero de otra manera y con otros ojos.
Gracias por tu tiempo.
Un abrazo
Estimada señorita:
ResponderEliminarEs mi ilusión invitarle a seguir a lo largo de estas semanas, a través de mi humilde blog (www.molestoluegoexisto.blogspot.com), el ensayo que realizo acerca de la dulce obra escrita por el genial Saint Exupery; El Principito. Esta breve creación tiene mucho de profundo. Pero no se trata de una profundidad plomiza, suprametafísica o hiperintelectual, ¡para nada! Todo lo contrario, el mensaje del principito es sencillo, directo y preclaro.
Mi objetivo es que juntos saquemos el máximo jugo a la brillante creación del francés… sin duda esta apasionante labor nos servirá para alegrar nuestros espíritus y crecer un poquito más.
Un animoso saludo desde la isla de Gran Canaria.
Hola Carmen soy Gema Diz Diaz de 4ºB:
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu artículo sobre la India y a mi no me importaria que alguna clase la utilizaras en contar tu experiencia allí, mas que nada por saber su filosofía de vida, lo que hacen, lo que piensa, etc... ya que muchos de nosotros no podemos tener el privilegio de hacer un viaje como el tuyo a la India y concocer su cultara como creo qe lo has echo tú anque según dce tu artículo quieres volver disfrazada para conocer verdaderamente la India.
MUCHOS BESOS
Hola Gema, la verdad que estaría bien, que algún día os enseñase algunas fotos, y hablasemos un rato de lo que sucede en ese país tan grande y tan diferente a nuestra realidad. Tomo nota y lo intentaré.
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