jueves, 22 de diciembre de 2011

*Actos modélicos

La cabeza, desbordada de información catastrófica que te mina a cada instante la alegría de vivir, intenta luchar una y otra vez con esfuerzo para no sucumbir al desánimo y la tristeza. Si rumias las noticias, una tras otra, se te acelera el corazón, alimentado por la rabia.

Pero, como se acerca la Navidad, quiero pensar que alguna conciencia renacerá, y se me ha ocurrido que si todos los niños españoles le escribiesen una carta a Urdangarin, lo mismo cogía todos esos miles de euros que ha colocado en el paraíso fiscal de Belice y los repartía, en un acto de justicia, entre los 12 millones de pobres que hay en España. Al fin y al cabo, él es un privilegiado más desde que se casó con la princesa, y aunque parezca más pillín que príncipe, hay que creer que los milagros existen, si no queremos caer en la desesperación.

Continué con la idea y pensé que si las palabras de nuestros pequeños consiguieran remover la conciencia del esposo de la Infanta, a lo mejor, el pícaro transformado en modelo ejemplar arrastraba a todos los diputados, senadores, concejales, alcaldes, parlamentarios y consejeros, a un acto de igualdad, que consistiera en bajarse el sueldo un 30% como contribución solidaria con ese 60% de mileurístas que sobreviven cada mes.

Estos actos, no solo serían dignos de ciudadanos comprometidos, sino que además lograrían que muchos de los millones de españoles que en las últimas elecciones han renunciado a ejercer su derecho al voto por no encontrar un representante digno, se animaran en las próximas, asegurándoles de esta forma el bienestar durante unos años más.

Esto sí que sería novedoso y nos convertiría en pioneros de una nueva Europa. Los actos simbólicos en épocas difíciles prenden como la pólvora y renuevan las ilusiones.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

*Educa la tribu entera

Hace algunos años, durante un curso que se celebró en El Escorial, escuché una frase que se me quedó grabada en la memoria para siempre: “Educa la tribu entera”. La pronunció el profesor de filosofía y escritor, Antonio Marina.

Tengo que reconocer que me encantó la idea o, tal vez, la sencillez de la imagen que evoca. El curso trataba sobre los problemas de la educación. Todos sabemos de la compleja realidad que llena las aulas, la falta de resultados positivos, el aumento de los conflictos de convivencia, la mercantilización de la educación, el olvido de su valor fundamental: hacer ciudadanos libres y felices.

 Pero, de entre todos estos problemas, me gustaría centrarme en uno especialmente: la ausencia de acuerdo y unión entre los miembros de la tribu. Me refiero, como todos sabemos, a padres y profesores.

Nunca me he sentido más incómoda realizando mi trabajo que en los últimos tiempos. Siempre pensé que los padres valorarían en mí la preocupación por el crecimiento personal de sus hijos. Que me echarían cuentas, si, en lugar de inculcarles ilusión por aprender, les insuflase el espíritu pragmático del que sólo se preocupa por los resultados, sin cuestionar el cómo se consiguen (por ejemplo, copiando).

Imaginaba que valorarían que enseñase a sus hijos a ser buenas personas, y no a aprobar sin estudiar o mintiendo, si es preciso. También pensé que esperarían que les aleccionase en el valor del trabajo bien hecho y en el saber aceptar una crítica que sólo pretende mejorar sus capacidades. Creí, en fin, que si alguna vez sus hijos se ensañaban conmigo en su presencia, rápidamente saldrían en mi defensa porque confiaban en mis criterios, valía y preparación.

Pero me he dado cuenta de que estaba equivocada. Y me preocupa. Y no por mí, sino porque si la tribu no envía el mismo mensaje, lo único que crea son bandas que pelean por la razón a toda costa sin darse cuenta de que en “esa guerra” ya se ha perdido, de antemano, el objetivo principal: formar personas. Nos jugamos mucho.

miércoles, 12 de octubre de 2011

*Ciudadanos conscientes

No deja de sorprenderme la falta de nuevas ideas en la campaña electoral. Desde que tengo uso de razón he oído las mismas promesas de mejora, casi siempre material y, por supuesto, en términos cuantitativos: subida de un 3% en las pensiones, subida o bajada de impuestos, subida o bajada de los salarios… siempre la misma canción embaucadora y vacía.

Y me pregunto si es que los políticos no detectan los cambios sociales, si es que no se dan cuenta de que los ciudadanos no somos los mismos de décadas pasadas. ¡El nivel cultural y de conciencia ha subido, señores! Por mucho que les pese, hoy hay menos ciudadanos españoles que confían en ustedes, la duda sobre su credibilidad ha aumentado tanto que ni con nuevas ideas sería posible recuperarla, pero si además nos sueltan la misma cantinela ¿cómo quieren que les tomemos en serio?

La sociedad va despertando; lo dicen algunas  señales como el movimiento de “Los indignados o del 15-M” que  nacido en España, se extendió a Israel y en estos días se manifiesta en varias ciudades de Estados Unidos, símbolo del capitalismo e imperialismo más feroz. Voces que se llaman a sí mismas “Okupas de Wall Street” se manifiestan en la calle, la única casa que pertenece a todos, y gritan de nuevo que estamos hartos de que políticos y  banqueros se enriquezcan con el sudor ajeno. Los ciudadanos queremos un cambio de verdad y es cualitativo, señores.

Queremos políticos dignos y honrados que den ejemplo de honestidad y sin privilegios. Que se sientan agradecidos por la confianza que los ciudadanos les han dado, y responsables para hacer las cosas bien para el mayor número de personas. Y que dejen de usar el poder que se les da para dar mal ejemplo a muchos ciudadanos que como grandes imitadores repiten patrones vergonzosos. Cómo si no interpretar la conducta de los directivos de la CAM, sino como diosecillos con poder, esclavos del estilo chabacano y hortera que han puesto de moda algunos miembros de la clase política española que tanto preocupa a los ciudadanos españoles conscientes.

domingo, 11 de septiembre de 2011

*¿A quién votaremos el 20-N?

En el informe de Mayo, el CSI (Centro de investigaciones sociológicas) nos informa de que el 22,1% de la población entrevistada considera que “la clase política” es el tercer problema de la sociedad española en orden de importancia. Y curiosamente son las gentes de más edad (de 35 a 44 y de 55 a 64 años: 24,9% y 25,5%, respectivamente) o los profesionales con trabajo (32, 8%) los que en mayor medida lo apuntan.

Si tuviésemos que realizar un perfil del colectivo que considera a la política y sus profesionales como problema los retrataría así:

-Son hombres (57,8%) en bastante mayor medida que mujeres (42,2%).

-Tienen una media de edad de 46,13 años. Con un mayor peso de los grupos de edad media, especialmente entre los 25 y los 34 años.

-Casi la mitad (49,1%) del colectivo tiene en la actualidad trabajo, frente a un 19,5% que está en paro.

-Tienen títulos educativos más elevados que los que no identifican el problema: entre los primeros, la suma de Diplomados, Arquitectos o Ingenieros, Licenciados y Estudios de Posgrado alcanza 24,2% del total; entre los segundos, sólo 17,2%.

-Su situación económica es superior a la media: 33,8% de los que identifican el problema declaran que su situación económica es buena ‐la media se sitúa en 28,6% para el conjunto de la muestra.

Entre los que apuntan el problema son más numerosos los que tienen intención de votar al PP (26%) que al PSOE (17%), pero en conjunto domina una actitud de rechazo a ambos partidos y sus respectivos líderes. La mayoría piensa que los partidos políticos carecen de personas preparadas y que se preocupen por los intereses de la gente. Supera el 50% los que declaran no confiar nada en los líderes (Rodríguez Zapatero y Rajoy).

Mi pregunta es: ¿A quién votaremos el 20-N? Y mi respuesta en forma de pregunta es: ¿Y si apostásemos por una mujer como presidenta del gobierno de España por primera vez en nuestra democracia?

*La alegría de vivir

Hoy amanecí con ganas de reflexionar sobre la alegría. ¿Qué es? ¿Cómo conseguir que inunde nuestra vida? ¿Forma parte esencial del ser humano?

No sé si será una reacción positiva mía ante tanto pesimismo social, económico y político. Si es así, bienvenida sea, para que nos ayude a descubrir las causas que mermaron aquella alegría que iluminó nuestros primeros años de niñez.

La alegría es una emoción básica, nacemos con ella y nos ayuda a adaptarnos al medio. La Psicología admite la existencia de seis emociones básicas o primarias: miedo, sorpresa, aversión, ira, tristeza y  alegría. Cada una de ellas cumple una función. El miedo nos protege de los peligros, la sorpresa orienta nuestra conducta ante la situación, la aversión nos ayuda a rechazar lo que nos puede dañar, la ira nos da energía para reaccionar, la tristeza nos ayuda a retomarnos interiormente y la alegría nos impulsa hacia la repetición de aquello que nos resultó agradable.

Bien, pero ¿qué es lo que nos hace estar tristes o nos impide ser alegres? Es más sencillo contestar si nos retrotraemos a la infancia. Siempre que nos sentíamos abandonados por nuestros padres, rechazados por nuestros compañeros o excluidos del grupo de amigos o del equipo de futbol, nos sentíamos tristes. Estas primeras heridas nos acompañan de mayores y, de forma inconsciente, generamos respuestas defensivas para no sentir nunca más aquellas emociones negativas.

Estas “reacciones defensivas”  toman forma de orgullo, vanidad, egoísmo, aislamiento, envidia…  y nos alejan de gozar de la vida con la inocencia de cuando éramos niños.

Cuanto más nos dominan nuestras insatisfacciones, carencias y miedos, más nos cuesta sentirnos alegres. Cuando pensamos en lo que somos y no nos gusta, o en lo que no tenemos o no hemos conseguido, nos invade la amargura. Cuando el miedo a perder lo que poseemos nos aprisiona, nos carcome la preocupación y la congoja. Por esto, si queremos recuperar la alegría de vivir deberíamos liberarnos de todos nuestros antiguos y actuales descontentos.

Vivir con alegría implica no culpar a los demás de nuestro malestar, ser conscientes de nuestras heridas y mirar como curarlas, dejar de forzar a los demás a que nos amen, perdonar de verdad y, sobre todo, permitir ser a cada cual lo que es o intenta ser, empezando por nosotros mismos.

martes, 2 de agosto de 2011

*Ser como niños

Compartir destino, dos palabras que hablan de acompañarnos voluntariamente en el camino de la vida. Me embarga una emoción profunda y sincera cuando pienso en todas las personas que se han mantenido a mi lado, de una u otra forma, durante un largo tiempo. Tiempos que construyeron mi destino, lo que hoy soy.

A veces me pesa lo vivido arrastrándome a la tristeza y creando pensamientos negativos sobre la realidad y las personas que me rodean. De forma automática luchas por evitar aquello que temes, en vez de centrarte en lo que quieres.

Dice Mario Alonso que “lo que el corazón quiere sentir la mente se lo acaba mostrando”, y me digo a mí misma con más fuerza que nunca: céntrate en lo que quieres sentir y encontrarás el camino para llegar a ello.

Lo que quiero sentir es alegría e ilusión. Quiero dejar de enfadarme con aquellos que siendo esclavos de sus prejuicios se creen poseedores de la verdad.

Me gustaría volver a sentir lo que mi corazón vivía en mi niñez: entonces pensaba que todas las personas éramos buenas y que los hombres éramos capaces de perdonar y luchar juntos por proyectos sinceros y auténticos.

Ahora entiendo la frase de Jesucristo narrada en el evangelio de San Marcos: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos".

Ser como niños, no niños. No juzgar a los otros. No perder las ganas de hacer las cosas bien. Perdonar los errores propios y los de los demás, En síntesis: mantener las ganas de vivir, pero de verdad.

Sentir la alegría de vivir, como los niños, que incluso gravemente enfermos no pierden la sonrisa ni las ganas de jugar y encuentran el consuelo en el abrazo y en los mimos. A ver si recupero a mi niña del todo y mi corazón quiere lo suficiente como para que mi razón la encuentre.

jueves, 30 de junio de 2011

*Maneras de indignarse

Desde que nació el Movimiento 15-M hemos convivido a diario con la palabra indignación que es sinónimo de enojo, ira o enfado. Y con el paso del tiempo me doy cuenta de que ha habido distintas formas de entender esta palabra.

La primera está representada en el enfado que sintieron miles de ciudadanos y que les movió a echarse a la calle el 15 de Mayo como protesta por la situación económica y política en España. Esta acción civil pacífica pretendía acabar con el pasotismo ciudadano, crear conciencia crítica, mentalizarnos de nuestra fuerza si nos mantenemos unidos y recuperar el significado real de la democracia participativa.

La segunda manera de entenderla la representan aquellos que se sienten indignados ante la condescendencia mostrada por los gobernantes ante los manifestantes de las plazas, considerando que son elementos “anti-sistema”, anárquicos, extremistas de izquierda, okupas (dicho en tono despectivo), además de perro-flautas, drogadictos y “jipiosos”, entre otras lindezas.

Y estamos los que aún conservamos el sentido común suficiente como para saber hacer una lectura objetiva y no sesgada del movimiento, y que nos sentimos indignados por la cara dura de muchos adaptados que quieren que las cosas sigan como siempre porque les beneficia, que les asusta que los ciudadanos se manifiesten, critiquen y se conviertan en protagonistas de su destino.

Entre éstos se encuentran muchos profesores de las universidades de Filosofía de toda España y juntos han elaborado un manifiesto donde reclaman respeto por lo que ha sucedido remarcando los aspectos positivos de esta acción ciudadana:

Se ha recuperado el valor de la asamblea como lugar donde se discuten las decisiones políticas que nos afectan a todos. Nos hemos dado cuenta de que juntos podemos. No se busca ser un partido más porque consideran que es una trampa. Todos los participantes se representaban a sí mismos. Han mostrado el rechazo a pagar las equivocaciones de los que mandan y nos han dado un claro ejemplo de lo que es la desobediencia civil activa y no violenta. Y es que también hay maneras dignas de indignarse.

martes, 21 de junio de 2011

*Dar clase con la boca cerrada

“Dar clase con la boca cerrada”, de Don Finkel, fue publicado en España en el año 2008 por la Universidad de Valencia. Hace días que comencé a leerlo atentamente, pues pretendo que me sirva de reflexión sobre mi metodología de trabajo.
Su tesis central es defender un cambio en la manera de enseñar, porque cada vez que ha preguntado a sus estudiantes –futuros docentes- cuáles habían sido aquellas experiencias en las que habían aprendido algo de importancia duradera para su vida, las respuestas señalaban que ninguna de ellas se había dado en un aula.
¿Para qué, entonces, dedicar toda una vida a la enseñanza, si ésta no es la clave del aprendizaje?, me pregunto.
Don Finkel cuestiona la figura del “Gran Profesor” que se limita a transmitir conocimientos a través de la palabra, que enseña, básica y fundamentalmente, diciendo y repitiendo a los estudiantes, una y otra vez, lo que se supone que deben saber.
Su propuesta nos anima a inventar nuevas formas de entender nuestra tarea: hay que crear situaciones dinámicas de enseñanza, es decir, circunstancias que produzcan un aprendizaje activo, efectivo y relevante para los estudiantes.
El autor aboga por un profesor más cercano a la figura del artesano que crea las circunstancias óptimas para que el alumno pueda ir aprendiendo por sí mismo. Conseguir encarnar el conocimiento en sus mentes, lo que evitaría olvidar lo aprendido por pura repetición. Nos propone poner las “cabezas” a trabajar para aumentar la comprensión del mundo en el que vivimos. Si llegamos a conclusiones capaces de iluminar nuestras vidas, entonces habremos aprendido algo importante que nunca olvidaremos.
Se trata de elegir las herramientas efectivas de enseñanza para que el alumno aprenda enfrentándose activamente a los problemas planteados. No es tanto escuchar pasivamente sentado durante horas como intentar descifrar los enigmas por uno mismo.
Enseñar de esta manera requiere creatividad constante y empeño porque nunca son las mismas ni las circunstancias socioculturales ni los alumnos, pero cuando lo logras el trabajo diario se convierte en una fuente de satisfacción, la clase se transforma en un lugar vivo y dinámico donde nadie se siente solo y ausente sino como formando parte de una comunidad de investigación.

miércoles, 18 de mayo de 2011

*¡No les votes!

Fue esta mañana cuando descubrí la convocatoria hecha por los jóvenes españoles para el próximo día 15 de Mayo.

Han fijado esta fecha como primer ladrillo en la construcción de una nueva democracia. Creen que se pueden hacer las cosas bien, tienen esperanza y están dispuestos a manifestarse para gritar al mundo que no están conformes con el ejemplo dado por muchos adultos, y reniegan de aquellos que se han vendido al dinero.

Nos convocan a todos los ciudadanos, sobre todo, a aquellos que aún sentimos hervir la sangre en nuestras venas y creemos en la parte buena de todas las personas sencillas y libres.

Nos animan a salir a la calle para luchar codo con codo por una democracia real. Si sentís curiosidad, son muchos los videos que hallaréis en Youtube, en los que nos explican las razones de su llamamiento y se expresan con asertividad sobre lo que les indigna y les mueve a la acción.

Sus razones son hechos; sus armas: la palabra; su fuerza: la verdad; su objetivo: recordarnos a todos que sin nuestro voto, los mercaderes de la democracia no son nada.

Su convocatoria es pacífica, pero firme, serena, pero segura. Hablan de un cambio real, no de un cambio de partido. Denuncian los abusos de nuestros gobernantes de los últimos años, serviles esclavos del capital y del poder económico.

Nos recuerdan todas las medidas tomadas en contra de los ciudadanos y a favor de los privilegiados y están decididos a decir ¡Basta ya!

Dos lemas lanzados a la red, el lugar de reunión de los ciudadanos postmodernos, es decir, nosotros. El primero es contundente: ¡No les votes!; el segundo, proactivo: ¡Toma la calle! Ambas proclamas pretenden mover al pueblo hacia la protesta y la toma de posición.

Ojalá la respuesta sea grande y pacífica, ello querrá decir que hemos madurado como ciudadanos y que estamos más cerca de la tan deseada “mayoría de edad kantiana”.

lunes, 2 de mayo de 2011

*Volver a lo elemental

Existen muchas personas que en su día a día dan mucho de sí mismas en lo que hacen, y eso no tiene precio sino valor, y gracias a todos esos actos, que sumados son inconmensurables, el mundo sigue; cuando les miro ayudan a mi cansancio y me inspiran para continuar aunque falten las ganas.

Cuando las ganas se diluyen porque la razón te indica que lo que tu aportas no es significativo, tienes que profundizar un poco más en el sentido de las cosas, no basta la respuesta frívola y simple, pero sí la elemental.

Lo elemental es lo que nos reconcilia con la vida, y aunque la vida a veces es frágil ante la enfermedad o la muerte, siempre triunfa en su fin creador. Se renueva en su andadura transformando las lágrimas en agua, con que regar las semillas que engendra en su interior.

Desde el interior nos habla, hace ya miles de millones de años, mediante sus leyes que se manifiestan en su conducta diaria. Una de las fundamentales es la ley de la cooperación, cada célula de nuestro cuerpo arrima el hombro para que el ser del que forman parte sobreviva.

Sobreviven, sólo aquellas civilizaciones, que educan en los ideales y valoran a las personas por la forma en la que se dan en lo que hacen y no por lo que consiguen.

Conseguiremos sonreír cuando valoremos más las ganas puestas en un proyecto que el resultado, porque lo primero depende de nosotros y lo segundo no siempre está asegurado.

Aseguraros bien de no medir lo que ponéis porque lo elemental es que sois lo que dais desinteresadamente.

miércoles, 13 de abril de 2011

*¿Qué será, será...?

El silencio abraza mi garganta evitando así que las palabras formen más pensamientos de desánimo, porque cuando se juntan todos en mi cabeza me inunda la tristeza. La parte sabia de mi cerebro sale al encuentro de las ganas de vivir y les grita: “No depende de ti lo que sucede en el mundo”. No, no depende de mí acabar con los mentirosos, los egoístas, los avariciosos, los que solo crean muerte y sufrimiento, los que solo buscan su propios intereses como si vivieran en un mundo sin los otros. Respiro profundamente, me tranquilizo y siento enormes deseos de que los perversos del mundo desaparezcan. Construyo una fantasía y me imagino que todos los que creemos en el buen hacer juntamos los dedos y creamos un círculo indestructible de energía luminosa a nuestro alrededor, con la que cegaríamos los ojos hundidos de los que jamás levantaron la mirada más allá de ellos mismos por si se cruzaban con alguien que les conmoviera su frío corazón. Todos los excluidos del círculo, de repente, están ciegos y como zombis caminan sin rumbo en plena oscuridad, de la que jamás saldrán porque las lágrimas de sus víctimas han creado un lago artificial helado que divide al mundo en dos para siempre. Es posible que emociones profundas como ésta, nacidas de la impotencia y la rabia dieran lugar a la creencia del paraíso o del Cielo y el Infierno. A mí hoy no me importaría que existiese un infierno eterno donde poder echar a todos los hombres y mujeres indiferentes al dolor de los demás; más aún, a todos aquellos que lo provocan por propio beneficio. ¿Será que me estoy volviendo inhumana? ¿Será que recojo la sed de justicia de todos mis conciudadanos, compañeros de vida del momento histórico? No lo sé, pero puedo aseguraros que me preocupa mucho el futuro de mis hijos y mis nietos, y por extensión, el de todos mis alumnos, que se esfuerzan cada día por aprender a ser personas.

martes, 5 de abril de 2011

*Lo que no es amor

Tener conciencia de que somos seres aislados, es decir, de que estamos solos, hace que nos sintamos desvalidos y esta vivencia insoportable nos lleva al amor, a buscar el encuentro con el otro, pero también nos puede llevar a formas de relación nada deseables y que muchas veces, de forma equivocada, llamamos amor.

Una de esas formas de superación de la soledad son las uniones orgiásticas que se practicaban en muchos rituales primitivos. Hoy las formas han cambiado y se llaman “redes sociales”, lugares de “encuentros”, nos sentimos conectados aunque no convivamos con los demás, sin embargo nos comunicamos, nos sentirnos menos solos. Todos sabemos que dentro de estas redes existen encuentros eróticos que son accidentales, esporádicos y periódicos. Y en muchas ocasiones, múltiples.

Millones de personas en el mundo no podrían soportar el silencio y el vacío si de repente no pudieran conectarse a la red. Si estoy dentro de una red me siento salvado de la terrible experiencia de la soledad, aunque las relaciones establecidas sean líquidas, como nos explica muy bien Zigmunt Bauman en su libro “El amor líquido” para referirse a la fragilidad de nuestros vínculos en la actualidad.

También existen formas inmaduras de amar que Fromm llama “unión simbiótica”: es la que mantienen dos personas que se necesitan el uno al otro psicológicamente.

La forma pasiva de esta unión sería la sumisión, donde uno de los integrantes se convierte en una parte de la otra persona, quien la dirige, la guía y la protege de tener que tomar decisiones y de correr riesgos; nunca está sola, pero no es independiente.

La forma activa de la sumisión es la dominación, que supera su sentimiento de soledad haciendo de otro individuo una parte de sí mismo. De esta manera se siente fuerte y seguro; en el extremo estaríamos frente a la persona sádica.

Este tipo de unión está en la base de los malos tratos, entendiendo por este término todo tipo de agresión entre las personas, ya sea entre compañeros de clase, entre hombre y mujer en la relación amorosa o incluso entre padres e hijos.

miércoles, 16 de marzo de 2011

*Visiones del amor (y II)

En la columna anterior quedamos que, según Erich Fromm, los elementos comunes y básicos a cualquier amor eran: cuidado, respeto, responsabilidad y conocimiento.
Si alguien nos dijera que ama las flores y viésemos que se olvida de regarlas, no creeríamos en su amor a las flores; vemos pues que preocuparnos por el bienestar de lo que amamos es imprescindible. “El amor es una preocupación activa por la vida y el crecimiento de aquello que amamos”. El cuidado y la preocupación implican otro aspecto del amor: la responsabilidad. A veces entendemos que ser responsable es estar obligado a cumplir con una serie de deberes, pero en su verdadero sentido se trata de un acto voluntario. Ser responsable es estar dispuesto a responder a las necesidades de otro ser humano. Cuando hablamos de necesidades no me refiero sólo a las físicas, sino sobre todo a las psicológicas y afectivas. Superar miedos puede ser fundamental para nuestro hijo o para nuestra pareja, y hay que dar al otro el tiempo que necesite para afrontarlos. Intentar cubrir las necesidades del otro nos puede dar cierto poder sobre él; podría pasar a depender de nuestro sustento, si no fuera por el tercer componente del amor: el respeto. Si atendemos al significado de su raíz, “respicere”, respeto significa mirar, estar atento a lo que la otra persona necesita sin intentar cambiarla, permitiendo que se desarrolle y crezca como ella decida, hacia donde quiera y al ritmo que pueda, no como nosotros queremos y deseamos, sino teniendo en cuenta lo que ella quiere, y sosteniéndola afectivamente. Y llegamos al último elemento del amor: el conocimiento. No es posible respetar al otro sin conocerlo. No podemos apoyar a alguien en su crecimiento personal sino sabemos quién es: así nuestro amor sería ciego. Y este saber es un saber profundo que se cocina a fuego lento sin presiones ni agobios, con paciencia, comprensión y dulzura. Crear vínculos requiere artesanía y el artesano necesita aprender el arte si quiere construir un amor de calidad. La calidad implica hacer las cosas bien, y para lograr este objetivo hay que empeñarse. Pero no conozco a nadie que se haya arrepentido cuando lo ha logrado. Sin embargo, sí sé de miles de millones que sufren de insatisfacción, producto de su negligencia y desidia en el cuidado de lo que dicen amar.

lunes, 28 de febrero de 2011

*Visiones del amor (I)

Hay visiones del amor que nos muestran que es más importante amar que ser amado. En ellas se entiende amar como una capacidad propia que hay que desarrollar. Al amar nos olvidamos de nosotros como centro de atención y nos volcamos en el sujeto a quien dirigimos el néctar de nuestro ser. Esta visión del amor se basa en la creencia de que amando crece nuestro potencial; nos volvemos más activos, creativos, más fuertes, y no prestamos demasiada atención a si el ser al que amamos nos corresponde o no.

Esta forma de entender el amor choca con otras que opinan que lo importante es sentirse amado, y que encontrar a alguien que nos ame con locura es cuestión de suerte. La tarea más importante para los que así piensan es cómo lograr que se les ame. Para alcanzar el objetivo siguen varios caminos. Uno de ellos, utilizado en especial por los hombres, es tener éxito social, ser ricos, poderosos. Otro, usado particularmente por las mujeres, consiste en resultar atractivas, deseadas. Piensan que amar es sencillo, y lo difícil, en todo caso, es encontrar la persona apropiada a la que amar o por la que ser amados. André Breton en su libro “El amor loco”, en el último capítulo dedicado a su hija Aube, termina con estas palabras “Te deseo que seas amada locamente”.

Otro uso del término amor es el amor a uno mismo, que en tantas ocasiones se escuda tras el “amor” al otro para no mostrar su auténtica faz. Lo que tenemos en este caso es un amor a uno mismo con persona interpuesta. Hay quien piensa que el egoísta no es malo: simplemente es ignorante y, en alguna medida, pobre de espíritu. Se relame en ese dejarse querer, en ser objeto permanente de cuidado y atención. Es un amor egocéntrico.

Erich Fromm considera que amar es un arte que precisa conocimiento y esfuerzo; ese amar tiene un carácter activo e implica ciertos elementos básicos, comunes a todas las formas de amor. Estos elementos son: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento.

jueves, 10 de febrero de 2011

*Somos el amor que nos dieron

Dice Noam Chomsky que “la capacidad para hacer algo no equivale a la capacidad de saber hacer algo. El desarrollo de esa capacidad requiere adiestramiento”. Acertada afirmación, cuyo sentido voy a desentrañar centrándome en la capacidad de ser padres. Todos poseemos tal capacidad, pero ¿sabemos ser padres? Desde la fecundación hasta el nacimiento del bebé pasan 9 meses que aprovechamos para comprarle la ropita, la cuna, el cochecito, los biberones... pero, ¿sabemos cómo relacionarnos con un ser que, por su especial inmadurez, está en nuestras manos su sano e integral desarrollo? ¿Nos preparamos para ello? Un cachorro recién nacido ya viene equipado; su cerebro está formado y sus instintos le bastan para lo que tiene que hacer en la vida. Pero un bebé es moldeable desde el primer instante, no sólo en el plano físico (cerebro, conexiones neuronales...), sino sobre todo en el plano afectivo. Nuestra relación con él marcará su forma de amar en el futuro. La persona que lo acoge al nacer permanece toda la vida como el primer amor. O como el primer dolor… si no sabe acogerlo. Nacer es la primera suerte. No estropear esta suerte, el primer deber. Ser madre es amar primero aun sin conocer a quien amamos, y cuando le amamos lo hacemos como nos amaron a nosotros nuestros padres. Si como adultos nos damos cuenta de que nuestra forma de amar es incorrecta, deberíamos cambiar antes de ser padres para evitar establecer vínculos no deseables, por inseguros o destructivos, con nuestros hijos. Hacernos conscientes de que nuestros hijos heredarán y repetirán lo que nosotros les enseñemos de obra y de palabra es empezar a saber ser padres. No basta con cuidarles. Deberíamos conocer quiénes somos y qué no debemos transmitirles de lo que somos porque no vale. Y preguntarnos, ante sus defectos o limitaciones, en qué medida éstas tienen que ver con las nuestras, porque las casualidades no existen, y lo que ellos son habla demasiado de lo que nosotros somos, y hasta de lo que quisimos ser y no fuimos. Para ser padres no necesitamos ningún aprendizaje, para ser buenos padres, sí.

lunes, 10 de enero de 2011

*¡Quiero...!

He decidido buscar entre los poros de mi piel toda la alegría que me regalaron mis padres desde que era un bebé y con ella regar el mundo que me rodea.

He considerado seriamente darme cuenta de todo el cariño que me dan cada día mis amigos, mis alumnos, mis hijos, e impulsar con él mi coraje para no tirar la toalla ante el desánimo y la derrota.

He determinado centrarme en lo bueno -que lo hay, aunque a veces me cueste verlo- y mirar lo malo de reojo para no permitir que contamine mi alma de niña aventurera.

Quiero creer en las personas sencillas, anónimas, que conviven conmigo día a día, y que son portadoras de una fuerza que desconocen pero que la tienen y que puede cambiar sus vidas.

Quiero apostar por todos los ciudadanos que creen en la libertad del individuo y en el diálogo cuando se trata de asuntos de la colectividad.

Quiero lanzar un grito: !Basta de lamentos!, y un lema: ¡Cuenta conmigo! que lleguen hasta el sol, símbolo en el mito de la caverna de Platón, del Bien, la Belleza y la Verdad.

Camino despacio porque el sendero se hace impracticable cuando estamos solos, pero mis pasos no van a parar porque hay mucho por hacer, a pesar de los 4 millones de parados (curiosa paradoja).

Cavilo para encontrar soluciones a los problemas, intentando distinguir entre los reales y los imaginarios, pues no deja de ser imaginario sufrir por lo que no tenemos o por lo que no somos.

Prometo no huir del dolor de los que me rodean, sino abrazarlo para que en el acogimiento se diluya, dando paso al consuelo y la compañía.

Deseo desprenderme de todo lo que me aísla y no me ayuda a crecer en el amor, pues, sin duda, eso sí que merece un “estado de alarma”, y no cuestiones que se pueden solucionar con acciones ordinarias. Y es que a estas alturas ya deberíamos saber cuáles son los ingredientes esenciales para disfrutar de una vida plena.