viernes, 11 de septiembre de 2009

*Desde el cuarto trastero del sentir

A veces la vida se salta las normas de la razón y decide quedarse con el lado emocional del alma que rompe con ese equilibrio tan sensato. En ese momento, el mundo desaparece y nace nuestro mundo, construido beso a beso en un acto infinito de reconciliación con la vida.

Desde el sentir no te asustan los monstruos de la infancia ni te atrapan los fantasmas del pasado. La luz que te inunda es tan poderosa que se hace insoportable para estos agujeros negros cosidos a tu espalda, y huyen despavoridos. Llega un momento que la carga se diluye y te elevas. Ya no sientes el peso de la vida como lo sentía Sísifo en su absurdo y cansino deambular monte arriba y monte abajo preguntándose todo el tiempo: ¿y tanto trajín para nada?

Desde el amor sólo se puede vivir a manos llenas sin perder un sólo minuto en memeces como mirar el teléfono móvil, porque además los ojos sólo ven la mirada del otro y en su trayectoria se unen las bocas en un acto de comunicación donde sobran las palabras. Las pieles se deslizan como peces de colores en un continuo sin equívocos ni malentendidos, sólo caricias sonrientes que te invitan a vivir a pecho descubierto, sin miedo a nada.

Y en este estado, ¿qué queda, sino pedir que no se quiebre? Porque todos sabemos lo que tiene eso del sentir, que es efímero y frágil, y cuando decide mustiarse lo que nos queda es la memoria. Recuerdos que suavicen los requiebros, y ensoñaciones que alumbren nuevos y anhelados encuentros.

lunes, 7 de septiembre de 2009

*El sillón del amor

El sillón del amor me habla cada noche suavecito, cuando ya los quehaceres cotidianos me abandonan, y entonces me abraza en silencio para pasar un ratito a solas conmigo. Él y yo, acurrucados muy juntos bajo un manto de estrellas embriagadas por nuestros besos de vino.

Momentos mágicos vividos para siempre, regalos de la vida que te visitan cada noche en la tenue calma de la oscuridad tardía.

Cuando estás contigo a solas, lo vivido siempre vuelve y te recuerda que realmente existió para que no te engañes cuando la razón te convence de que no fue así, o de que el olvido es mejor.

Mejor, peor, igual: valoraciones egocéntricas que nos desconectan de la vida tal vez, pero que nos ponen a salvo. ¿A salvo de qué? de la falsa seguridad, enfermiza herencia de esta modernidad individualista y liberal.

¡Sssshhh…! Deja de pensar y siente. Grita al viento sintiendo que estuviste allí, en ese lugar hijo del abrazo de dos egos diluidos para entrelazarse hasta la locura en la unicidad del Ser.

¡Uhmmm…! Me quedé dormida en los oníricos brazos del sillón del amor. Y al despertar, dos copas de vino vacías y un sillón dormido me revelaron que no todo había sido un sueño.