martes, 5 de abril de 2011

*Lo que no es amor

Tener conciencia de que somos seres aislados, es decir, de que estamos solos, hace que nos sintamos desvalidos y esta vivencia insoportable nos lleva al amor, a buscar el encuentro con el otro, pero también nos puede llevar a formas de relación nada deseables y que muchas veces, de forma equivocada, llamamos amor.

Una de esas formas de superación de la soledad son las uniones orgiásticas que se practicaban en muchos rituales primitivos. Hoy las formas han cambiado y se llaman “redes sociales”, lugares de “encuentros”, nos sentimos conectados aunque no convivamos con los demás, sin embargo nos comunicamos, nos sentirnos menos solos. Todos sabemos que dentro de estas redes existen encuentros eróticos que son accidentales, esporádicos y periódicos. Y en muchas ocasiones, múltiples.

Millones de personas en el mundo no podrían soportar el silencio y el vacío si de repente no pudieran conectarse a la red. Si estoy dentro de una red me siento salvado de la terrible experiencia de la soledad, aunque las relaciones establecidas sean líquidas, como nos explica muy bien Zigmunt Bauman en su libro “El amor líquido” para referirse a la fragilidad de nuestros vínculos en la actualidad.

También existen formas inmaduras de amar que Fromm llama “unión simbiótica”: es la que mantienen dos personas que se necesitan el uno al otro psicológicamente.

La forma pasiva de esta unión sería la sumisión, donde uno de los integrantes se convierte en una parte de la otra persona, quien la dirige, la guía y la protege de tener que tomar decisiones y de correr riesgos; nunca está sola, pero no es independiente.

La forma activa de la sumisión es la dominación, que supera su sentimiento de soledad haciendo de otro individuo una parte de sí mismo. De esta manera se siente fuerte y seguro; en el extremo estaríamos frente a la persona sádica.

Este tipo de unión está en la base de los malos tratos, entendiendo por este término todo tipo de agresión entre las personas, ya sea entre compañeros de clase, entre hombre y mujer en la relación amorosa o incluso entre padres e hijos.

7 comentarios:

  1. Víctor de la Peña Palomo2 de junio de 2011, 16:56

    Hola Carmen:
    Yo también pienso que cuando estamos solos o aislados nos podemos sentir con una sensación un tanto extraña, como si tuviesemos un que nos falta algo, para ello, solemos buscar ayudar para dar una solución al uso de las redes sociales, para encontrar una pareja que nos ayude para a quitarnos ese vacio que tenemos.

    Y por otro lado, estoy de acuerdo en las diferentes tipos de parejas que se pueden suceder, lo que yo pienso es que una pareja que viven juntos, sus hijos no tienen porque seguir el modelo de sus padres y ser iguales que ellos, ya que yo pienso que los chicos de hoy en día cogen lo mejor de sus padres y dejan a otro lado los errores cometidos por sus padres.

    Víctor de la Peña Palomo. 4ªA ESO.

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  2. Hola, Víctor:
    No he entendido muy bien lo que quieres manifestar en tu comentario, se mezclan ideas.
    Sentirse solo suele crear tristeza y solemos acudir a las redes sociales para llenar ese vacío. La pregunta es ¿puede otra persona llenar nuestro vacío?
    Hasta pronto.

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  3. Víctor de la Peña Palomo3 de junio de 2011, 21:53

    Hola, Carmen yo creo que la respuesta es que sí, por que si podemos encontrar la felicidad con otra persona mediante las redes sociales, yo pienso que otra persona nos pueda hacer feliz.

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  4. Víctor de la Peña Palomo3 de junio de 2011, 22:00

    Hola Carmen se me olvido poner una cosa, va a continuación del anterior, (yo pienso que otra persona nos pueda hacer feliz así llenado nuestro vacio.

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  5. Para sonreir, sin saber aún qué es amar y que no es:

    CAPÍTULO SEGUNDO

    Pasadas las horas, el examen y las “genuflexiones” del Bufón ante Pepito Grillo acababan y seguía escribiendo muy concentrado y en silencio…como un funambulista sobre la cuerda floja…floja…floja…tratando de mantener el equilibrio, y haciendo camino y pinitos dentro del laberinto de su pensar el sentir.


    Confianza, ligereza, fluidez, ternura: ¿amor?

    Desde mi soledad, lo que sí es cierto es que no me siento con todo esto de las rupturas y los negocios en las relaciones ni decepcionado, ni triste, ni pesimista, ni enfadado conmigo, con el otro y con el mundo. Sigo creyendo y sé, porque así lo siento (y no por deducción racional, sino por simple sentimiento actual, y también por recuerdo), siento que hoy, y recuerdo que también ayer, cada uno tratamos de poner y ponemos siempre lo mejor de nosotros mismos cuando nos relacionamos afectivamente, y que en ello descubrimos también, al acercarnos y acortar distancias, lo más miserable al desnudarnos íntimamente ante el otro en ese acto sagrado de olvido de uno mismo y de acercamiento y entrega a lo extraño con lo que, de manera enigmática, anhelamos fundirnos espiritual y carnalmente dejando de ser quien somos.

    La diferencia en este caso y a estas “alturas” de mi vida “madura”, es que todo esto de las rupturas y negocios ya no me deprime, ni me decepciona, ni me frustra, ni entristece como hace tiempo, sino que me hace sonreír cariñosamente ante mis torpezas y despierta más aún mi sorpresa y curiosidad ante algo que me sigue resultando, cuando lo vivencio y siento, ligero, agradable, misterioso, enigmático, incierto y desconocido: el amor, eso que siento que fluye, como la vida. Ese bajo continuo silencioso que fluye desde que, según dicen, fue vertido para siempre por los dioses y del que nos apercibimos humanamente como hijos y alumnos, y, a la vez, padres y maestros. Aunque esto último sea de forma aún sólo instantánea y fugaz, o gradual: nos apercibimos como maestros y padres del amor cuando, aunque sea por un instante, somos capaces de dejar de escuchar el ruido personal, el traqueteo del tren de la vasta eternidad de la vida que ruge en nuestro interior, también silenciosa, también fluyente, enigmática e incomprensible desde esta nuestra aún perspectiva demasiado humana, enana de rana, hermosa y peligrosa, aún pequeña y bajita, y de mucho ruido mental interior, de mucha experiencia individual, que convertimos en individualista voluntariamente, o que nos influye desde el más oscuro inconsciente de manera involuntaria. Todo ese ruido interior que ensordece, cuando dejamos de escucharlo aunque sea por un instante para escuchar al otro o a lo otro, es cuando nos sabemos también padres y maestros de amor. Aunque, como decía, actualmente solo sintamos esto de una manera instantánea y fugaz, gradual en grado aún bajo tirando a engrandecerse con dificultad, y lo que más sentimos todavía es la necesidad de ser amados, de ser hijos del amor. Bueno, para no hablar en plural y de los otros, diré honestamente que así es como lo siento yo. Ese es mi grado de amor actualmente.

    El amor, ese hilillo de agua de la vida sofocado de tormentas y pasiones…ese hilillo refrescante y nada ostentoso que alivia sofocos, tormentas y pasiones ruidosas cuando se siente y se bebe, y que te devuelve la ligereza, la fluidez, la risa, la ilusión y una inigualable calma y confianza en la vida, y en el otro, y en ti mismo. Ese hilillo que extraviamos entre tanta maroma de galera, bajel, o velero. Agarrados al timón, en ocasiones, o a la deriva en otras, en nuestro navegar hacia el mar, que dicen los poetas, por los ríos de la vida, a veces tortuosos, a veces rápidos, intrépidos, atrevidos, temerarios, desbordados y desbordantes. A veces calmos y mansos como un lago o un mar de plata, según nos hallemos sumergidos en el alma-océano o en el espíritu-lago de nuestro interior.

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  6. Ese hilillo, ese hilillo que vamos aprendiendo a hilar y a tejer de una forma ¡tan hermosamente frágil y delicada!, que no efímera y perecedera, ¡tan liviana, tan ligera, tan volátil! Tan silenciosa, tan lenta, tan valientemente (por lo que de valor y valer tiene esta palabra en relación con el amor; valiente: “¡atrévete a amar!”, que no sólo a saber)…Ese bajo continuo que nunca deja de sonar entre tanto ruido exterior e interior…

    Esa cuerda floja, floja, floja sobre la que trato de mantenerme en equilibrio…entre tanta pasión o maroma…y de la que tantas veces me caigo.

    Y es que el amor no es una pasión, porque no pesa, ni aprieta, ni exige, ni ansía…

    Haber sentido, y sentir hoy todavía todo esto que describo, me hace sonreír cariñosa y delicadamente, ¡de verdad!, y cualquier tristeza tras una separación, queda diluida en esta fluidez del río de la vida y del amor a estas “alturas” de mi vida, convirtiéndose, la tristeza, en un valle de sonrisas, más que de lágrimas, al sentir hoy, más que pensar y saber por experiencia, que el amor no solo fue, sino que siempre es, aunque guste de ocultarse y huya, como la belleza, ante miradas groseras y exigentes, demasiado humanas, demasiado ansiosas, ruidosas y exigentes que lo requieren y anhelan, incluida la mía. Y es así que la nostalgia y la melancolía de antaño que cantaban con los tangos el desamor y preguntaban porqué todo acabó, se convierten, poco a poco, en paz y dicha, en calma, en cántico espiritual, en sosiego ante lo incierto y misterioso, pero sentido, más que pensado y sabido.

    Sí, quizá mi vida en este momento se parezca más a un valle, al que he caído rodando y riendo en mi ignorancia desde esa cuerda floja, que a lo que creí era una cima, a la que subí preguntando antaño qué es amar queriendo saber, y escuchando poco al sentir. Aunque esto no signifique que esté “volando bajo” o que “ande de capa caída” por el valle cabizbajo y meditabundo; más bien significa que voy quedándome desnudo, como al nacer, y que, descalzo en la popa o la proa, a estribor o a babor de mi barca o galera y entre mis pesadas maromas, significa que voy mirando las aguas y dejándome sorprender en actitud contemplativa y silenciosa, cuando puedo, dejándome sorprender como un niño que juega en la arena, por ese hilillo que siento hechizado entre maromas y que siempre va conmigo, en mi barco o barca, chalupa, balsa, velero, o tabla de naufrago, y en mi cubo de arena pesada, y con el que aprendo a seguir tejiendo silenciosa y valientemente, porque vale, ¡vale la pena su calma a pesar de las tormentas!; porque es valioso y me hace valiente al superar el miedo, me hace valer y volar, porque “sólo quien ama vuela”, que canta Joan Manuel, y con ello ya no caigo de la floja, sino que salto desde ella…¡ volando!, cuando lo siento.

    El hilo de mi vida y de mi amor, de la vida y del amor: frágil. Ni efímero, ni pasajero, ni perecedero. Extremadamente delicado y fino…de gusano de seda o de tela de araña…Frágil, pero no efímero. El hilillo de agua que siempre me refresca cuando lo siento, el hilillo que me devuelve la liviandad, la ligereza de ser. Esa leve levedad de hacerse viejo e ir perdiendo peso…

    Que tierno eres, Bufón…pareces tonto –le decía Pepito Grillo.

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  7. Hola Víctor:
    El año próximo en el Taller del amor trataremos muchos aspectos sobre el amor, espero poder explicarte que nadie, salvo nosotros mismos, puede llenar nuestro vacío existencial.
    Tendrás que tener paciencia.
    Hasta pronto.

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