¿Por qué “El loco”? -le preguntan- y responde: “Por mis exageraciones en el comportamiento; de todas las acepciones del diccionario he elegido la más suave”.
También yo me pregunto: ¿Por qué loco? He pasado varias horas analizando a Marcelo Bielsa y creo que el calificativo tiene que ver con ser diferente, y la diferencia no la marca sus conocimientos técnicos sobre fútbol sino sus palabras. No sólo dedica miles de horas a ver videos del equipo que entrena y de los jugadores que intenta dirigir, sino que habla a sus jugadores. Les motiva, dicen ellos, con charlas sobre sus potencialidades y crea conciencia de equipo dispuesto a luchar en todos los partidos. Todo esto se podría resumir en: “Siempre va al ataque”, no deja de luchar, de esforzarse, de combatir porque siendo joven aprendió la lección más dura de su vida: Serás alguien si crees en ti y no te rindes.
Él dice de sí mismo que es un especialista en fracasos y creo que su mirada triste tras la derrota en el Mundial del 2002 como entrenador de Argentina, su país natal, lo confirma. Tres años de duelo hicieron falta para renunciar a su gran sueño. Tal vez en el fondo lo que buscaba era ganar el respeto de su padre o compensar su falta de talento como jugador de fútbol. No lo sé, son interpretaciones que me sirven para comprender los tres años de aislamiento que necesitó después de la derrota, y que se considere así mismo como fracasado cuando en realidad son muchos los éxitos conseguidos.
Interpretaciones a parte, tengo que reconocer que este hombre me ha despertado curiosidad y respeto, además de emocionarme al contemplarle en varios videos.
Y si he decidido hablar sobre él es porque creo que su talante nos hace falta como país. Necesitamos su pasión desbordada, su coraje y disciplina en el trabajo diario. También necesitamos ese punto de rebeldía para no conformarnos con la realidad que nos han impuesto, y convencernos de que sí podemos ser un país ganador si cambiamos ciertas posturas de pasotismo y apatía.