jueves, 25 de noviembre de 2010

*Un silencio culpable

A raíz del I Foro de “Juventud y violencia”, celebrado en Torrijos entre el 15 y el 20 de Noviembre, pude participar, junto con mis alumnos, en varias actividades organizadas por el Ayuntamiento. Una de éstas fue realizar un programa de radio con un grupo de 16 chavales sobre el tema de la violencia.

En los días previos al programa nos reunimos todos para decidir de qué íbamos a hablar y cómo organizarlo. De nuestras conversaciones salieron aspectos que me parecen preocupantes y que voy a comentar con el único fin de despertar la conciencia sobre estos problemas y romper de una vez con el pasotismo y la ceguera de ciertos adultos.

Varios de mis alumnos me comentaron que cuando practican deporte, como el fútbol, sufren humillaciones por parte de algunos compañeros que, por ser mejores jugadores, se comportan de forma agresiva y déspota con ellos. Lo hacen porque saben que quien debe frenar este comportamiento, no hará nada y, por tanto, sus abusos no tendrán ninguna consecuencia negativa para ellos.

Voy a guardar silencio sobre la naturaleza de estos actos vejatorios porque no es el morbo lo que me impulsa a escribir estas palabras, sino la indignación con los responsables de esa actividad, que consienten tales actos, mirando cobardemente hacia otro lado.

Me pregunto, ¿qué pretenden estos formadores deportivos cuando se dedican a entrenar a chavales? ¿Ganar al precio que sea, aunque la victoria lleve sobre sus espaldas el dolor profundo de muchos niños para quienes el fútbol es la actividad que más les gusta, pero que, por no ser tan diestros, se convierten en víctimas de “las figuras” del equipo?

Creo que esta conducta adulta es despreciable, sobre todo porque estamos hablando de chicos menores de edad con ilusión por el deporte, pero sin armas para luchar contra la chulería de los que se creen mejores, o contra la presión de unos padres irracionales para quienes la victoria es lo único que cuenta.

Y lo más penoso es que la indefensión de estos chicos esté fomentada por la pasividad de aquellos que deberían defenderlos: los llamados “entrenadores”, que, al parecer, no sólo han perdido el norte, sino que, además, desconocen el significado profundo de lo que es educar a través del deporte.

6 comentarios:

  1. Me parecen buenas tus observaciones, pero creo que las verdaderas actitudes que muestran los chavales "déspotas" las adquieren en casa, con los padres. Por tanto, si el entrenador no hace nada (y estoy de acuerdo en que debería hacer algo en algún grado) es porque, al igual que los maestros/profesores, si lo hace... puede tener un problema con los padres. Por desgracia claro.

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  2. Tamara García Copado 1º Bachillerato CC.SS.28 de noviembre de 2010, 11:09

    ¡Buenos días, Carmen!

    Me choca el comentario anterior. Sí, los padres participan, pero, ¿ por qué el miedo siempre está de por medio? siempre se quiere evitar la gente problemas(en este caso el entrenador), que en el fondo no son nada en comparación de lo que puede ocurrir a raíz de eso.

    Me da mucha pena, que, estos chicos, que los conozco desde que tenia 3 años, tengan que renunciar a algo que les gusta por el rechazo de unos estúpidos y por la indiferencia de otros.

    Pero, Carmen, creo que nos deberíamos fijar en lo que está más cerca de nosotros, en el colegio. Muchos alumnos a los ojos de los profesores son "buenos chicos" y luego actuan de una forma que, puff, no se corresponde. Puede que no sea para tanto, pero veo tantas burlas, tanto rechazo, tanto cuchicheo...

    Lo que te quiero decir, es que en muchas ocasiones los entrenadores lo tienen delante de sus narices y no se dan cuenta, y que si estos chicos no abren la boca no solucionarán nada.
    Insisto, creo que en ambas situaciones, en la que el entrenador pasa o en la que el niño no habla predomina el miedo, y no sé por qué.

    ¡Un saludo!

    Tamara García.

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  3. Hola, Anónimo:

    ¿Sabes?, difiero de tu afirmación de que “las verdaderas actitudes que muestran los chavales "déspotas" las adquieren en casa, con los padres”.

    No niego que en algún caso los padres puedan ser los mayores responsables de ciertos comportamientos inadecuados de sus hijos.

    Pero la agresividad y violencia está generada desde la propia sociedad. Los gobernantes y sus políticas siempre económicas, nunca pedagógicas, los medios de comunicación y su información siempre interesada, los encargados de hacer cumplir unas leyes que parecen favorecer más al agresor que a la víctima, las instituciones educativas, cada vez más masificadas y desautorizadas, los espacios de ocio, descaradamente al servicio del puro negocio, el ambiguo rol de ciertos padres, que, más que padres, pretenden ser colegas de sus hijos, el desánimo de muchos profesores, educadores y formadores, la permisividad en el tráfico y el consumo de sustancias que sabemos que son dañinas para todos, pero mucho más para los menores, los propios menores, muchos de los cuales se niegan a asumir la responsabilidad de sus actos...

    En fin, que son todo un sinfín de factores los que generan el clima social existente, así que no hay un único culpable.

    Por otra parte, es verdad, como bien dices, que los profesores y entrenadores, si actúan como deben, pueden tener problemas con algunos padres. Pero esto no los excusa en absoluto de incumplir con su obligación. Es mi opinión.

    Un saludo.

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  4. Buenas tardes,

    Soy el que hice el primer comentario.
    Es muy cierta la culpabilidad de la sociedad que planteas y yo, además, añadiría algo obvio: la lacra de la clase política actual (lo cual enlaza con anteriores artículos del blog).

    Teniendo en cuenta lo escrito y tu réplica, quiero lanzar unas preguntas/observaciones con el ánimo de aprender o construir:
    1. Si ante la sociedad corrupta -lo digo por lo que perfectamente has detallado- no luchan los padres y se amoldan a ella... ¿por mimetización no se genera en casa un ambiente "déspota" contra cualquier acción externa correctiva?
    2. Si el mayor tesoro que hay en la vida son los hijos, ¿no te parece que los padres deberían ser los mayores guerreros contra esa sociedad que les adormece y les torna a personas demasiado permisivas e hiperprotectoras?
    3. ¿Puede ser que los modelos educativos de hace pocas décadas -tanto en colegios e institutos como en casa- no fueran tan malos y, con los necesarios cambios a la época actual, deberían recuperarse?
    4. Observación para quien ya haya calificado negativamente el comentario anterior: esos modelos educativos, hoy denostados por su connotación política, están basados en valores muy humanos, y no tan materiales como los actuales… por una sencilla razón: hoy se tiene mucho materialmente hablando (observar, como ejemplo, la idiosincrasia actual de muchos países sudamericanos en vías de desarrollo). Por tanto, ¿cuándo aprenderá la sociedad española a hablar libremente de ello sin miedo a la calificación negativa de su interlocutor?

    Volviendo al centro del planteamiento, telegráficamente: la sociedad ha avanzado materialmente, por tanto los valores humanos quedan más relegados y el pensamiento humanista está “decorado”; esto genera una "ley de la selva" socialmente acusada y disimulada en las formas (decorada, al fin y al cabo), los padres la adoptan como propios integrantes y constructores importantes de la misma. La consecuencia es, por un lado, la competencia feroz por triunfar en campos actuales con beneficio material y social rápido: deportes profesionales, política, economía, belleza, etc.; y, por otro, el miedo de educadores (padres/maestros) a actuar conforme a valores más propios de la naturaleza humana, ya sea por el ambiente o por las leyes que lo rigen.
    Por tanto, la solución más cómoda es la indiferencia, la permisividad y el acomodamiento: el entrenador que no corrige actitudes nada positivas.

    Perdón por extenderme demasiado. Gracias por el debate.
    Muy buen blog.
    Un saludo.

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  5. Está claro, Anónimo, que el modelo de persona que la actual sociedad propone, o más bien, impone, está cada vez más alejado del modelo humanista.
    Hacia dónde vamos, creo que es fácil intuirlo.

    Un saludo, y gracias por tu aportación.

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  6. Sí, Tamara, tienes mucha razón: el miedo siempre parece andar de por medio en todas partes.

    Está el miedo de la víctima, el miedo del agresor (porque, ¿a qué responde toda absurda agresión, si no es a algún tipo de miedo?), y está el temor de los que, siendo responsables, prefieren mirar hacia otro lado.

    Yo creo que, en gran medida, se nos educa en el temor: el temor al fracaso, el temor a relacionarnos con los otros, el temor a amar, a darnos, a mostrarnos tal cual somos, el temor a opinar, a asumir riesgos, a implicarnos de verdad en nuestro vivir y en el de los demás.

    Desde luego, Tamara, has sacado a flote un tema muy importante, sobre el que vale la pena reflexionar a fondo.

    Basta con mirar el mundo actual para ver que gira alrededor del miedo: ahí están el terrorismo global, la crisis económica, la inseguridad laboral y social, la incertidumbre sobre el futuro más inmediato…

    Yo creo que hay un miedo organizado, provocado, siempre latente en nuestras vidas, que reporta suculentos beneficios a ciertos poderes fácticos. Y mientras exista este miedo en nosotros, ¿cómo podremos sentirnos libres de actuar según nuestra razón o nuestra conciencia?

    Es verdad, como dices, que las víctimas de malos tratos deberían hablar, pero ya sabes que el miedo suele enmudecer a quien lo padece.

    También es cierto que muchos responsables de alguna actividad no se dan cuenta de lo que ocurre delante de sus propias narices, pero eso será, pienso, porque andan muy distraídos, o porque sufren algún extraño tic que, en cuanto hay un problema, siempre les hace girar la cabeza hacia otra parte.
    Un buen entrenador, un buen profesor, siempre sabe lo que ocurre, aunque no suceda delante de sus narices. Le basta con mirar a los ojos de esos niños para saber qué anida en ellos, si la alegría o el temor…

    Muy bien, Tamara. Me ha encantado tu comentario, y el interesante y profundo enfoque que le has dado.

    Un saludo.

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