Dicen algunos estudios de psicología que si se quiere la armonía hay que buscar primero la igualdad.
Si recordamos “La parábola del hijo pródigo” y analizamos el mensaje, vemos que para el padre está claro lo que significa esta palabra: tratar a sus hijos de igual forma, independientemente de sus méritos.
Igualmente sucede en algunas sociedades colectivistas, donde lo que se valora es el bien del grupo y no el del individuo. No se pone el punto de mira en lo que cada uno se merece en función de su esfuerzo y sus dones, sino en el buen funcionamiento de la comunidad.
Me pregunto: ¿Cómo combinar estos dos polos de la cuestión? No podemos buscar lo beneficioso para la comunidad, olvidándonos del bien de los individuos que forman ese grupo, pero tampoco podemos obviar el bien común. Es por esta razón que las sociedades no prosperan demasiado, porque no es nada sencillo buscar la forma adecuada para equilibrar estos dos extremos.
Si pensamos en el ejemplo de “La parábola del hijo pródigo”, deducimos rápidamente que son los lazos afectivos los que ayudan al padre a sacar su corazón benévolo para entender la justicia, no de una manera proporcional a los méritos, sino como perdón y generosidad.
Lo que nos enseña el espíritu colectivista es a ser un poco menos egocéntricos, a saber perder un poco de lo que nos corresponde justamente, en favor de los demás. Pero este mirar por los demás también nos reclama ser desinteresados.
Después de esta reflexión, concluyo que la armonía exige igualdad, pero la igualdad pide generosidad, y para ser generosos necesitamos sentir que el otro nos importa, esto es, tenemos que establecer relaciones afectivas con él.
Esto es una utopía, lo sé. Pero si no creemos en los ideales no podremos construir sociedades más justas. Y si las sociedades dejan de ser armoniosas se convierten en sociedades violentas. Por tanto, aunque los ideales sean inalcanzables, sería sensato tratar, en la medida de nuestras posibilidades y libremente, de acercarnos un poco más a ellos antes de que sea demasiado tarde.
Propongo pues “un brindis por el cambio”, como hace la protagonista de la película “Diarios de la calle” a sus alumnos, invitándoles a salir de su mundo agresivo, gris y sin futuro. Y para ello, lo primero que hay que hacer es creer en que el cambio es posible.
La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.
ResponderEliminarSon palabras de Eduardo Galeano que me sugieren tu reflexión sobre la igualdad. Y, de alguna manera, me llevan a pensar en la teoría de la justicia de John Rawls.
Pero siempre me produce cierto desasosiego el error de algunos esquemas colectivistas que buscan más el igualitarismo que la igualdad.
Me pregunto después de leer tu comentario Rogelio, ¿dónde estaría el error del igualitarismo? en no dejar salir la particularidad de cada uno. Que seamos iguales en dignidad y derechos no nos hace idénticos. Y un grupo no puede perder lo específico de cada uno de nosotros porque se empobrece. Pero además, si no logramos desarrollar aquello que nos apasiona terminamos muriendo como seres particulares. Igualdad pues no es, homogeneidad sino posibilidad para que seamos lo que queramos ser. Pero ocurre que los seres humanos siempre queremos obtener ventaja de lo que somos o logramos ser gracias, entre otras cosas, a todo lo que nos ha aportado la civilización que está a nuestra espalda y que fácilmente olvidamos. Si fueramos capaces de ser felices, simplemente por lograr lo que queremos hacer, que serlo fuese el fin y no el medio para lograr privilegios, tal vez, podríamos estar más cerca de la armonía con los otros. Y de la paz con nosotros mismos.
ResponderEliminarEsto me ha recordado una historia que leí en un libro de cuentos para pensar. En dicho cuento, resumiendolo, el narrador veía un poblado en un valle y en él intuía que iba a encontrar todo lo que necesitaba para conseguir una existencia feliz. Al dirigirse hacia él, fué encontrando cada vez más obstáculos hasta llegar a un acantilado insalvable. Cerca del acantilado había un niño y el narrador le preguntó: ¿quién ha puesto todos estos obstáculos, cuándo vi el valle desde arriba, no estaban? y el niño le contestó: No sé, antes de que tu llegaras no estaban. Por otra parte, Paolo Coelho dice: "Sólo una cosa vuelve un sueño imposible: el miedo a fracasar".
ResponderEliminarPor lo que pienso que para que una "utopía" deje de serlo los miembros de la sociedad han de vivir convencidos de que ya viven en ella como si se tratara de una realidad. Muchos aficionados a la náutica ven mi vida como una utopía, sin embargo, para mi es una realidad... y la vivo.
Alex de Lanzarote
Creo que una sociedad justa es lo mas complicado de crear hoy en día. Pues justicia no se encuentra ni en los juzgados siquiera; cuando todo esta predicho por personas que se creen superiores, dejandonos al resto de personas de a pie sin probabilidades.
ResponderEliminarY ahora bien tu me dirias: Somos nosotros los que tenemos que luchar por cambiar esto, por hacerlo mejor pese a que sea complicado.
Pero la igualdad, no es posible gracias a los hipocritas que luchan por hablar de ello y no por crearla. La armonia, no es posible gracias a que hay quienes no la conocen en si mismo.
Pero por seguir intentandolo que no quede, y Carmen cuenta conmigo para crear una nueva sociedad.
Qué alegría me das Soraya. Me gusta ver que tienes ganas de aportar algo a este desierto de ilusión y optimismo que tenemos por sociedad.
ResponderEliminarNo te dejes influir de malos rollos y mira hacia adelante con fuerza.
Cuento contigo.
Un abrazo.