sábado, 13 de marzo de 2010

*Tu lugar en el mundo

Es algo que me sucede de vez en cuando, lo cual hace que me pregunte si es que el peso de los días vividos deja huella en el cerebro. Es una sensación de adiós, de despedidas definitivas para dar paso, tal vez, a vivencias de verdad.

No hay espacio para la nostalgia porque ocupa mucho en una vida que mira hacia adelante. Se trata de una sensación de separación de lugares, de personas, de experiencias. Sabes que no volverán a tu vida nunca más. Cierras capítulos. Pero no sientes pena. Es la certeza de que debes dejar espacio libre para lo que viene y que tanto tiene que ver contigo.
Por fin, has encontrado ese lugar en el mundo del que te echarán, sin duda, la muerte y su estúpida manía de aniquilar corazones, pero del que tú jamás te irás. Ha costado tanto encontrarlo, que tus pies echarán raíces sin suelo; sabes muy bien cuál es el fundamento que te nutre y te sostiene.

Si estuviéramos atentos a lo que nace cada día entre un pulmón y otro pulmón, amaríamos la vida hasta el extremo. Ya lo dice Jorge Bucay: ¡Búscate un amante!.
Eso es: algo que te apasione hasta el éxtasis. Lo que hace que olvides los relojes y que te hace vibrar. Que te esboza sonrisas a millares sin necesidad de mover los músculos de la cara. Aquello que te emociona hasta volverte la piel del revés.

Cuando lo encuentras, la paz y la alegría te embarazan para siempre, y los hijos no son ya de carne y hueso sino obras de arte. Se terminaron las historias mediocres que te roban energía con tibieza y sin colores. Y también los pseudo amigos con quienes intercambiar tiempo, favores y demás. No quieres amores civilizados. Y sólo te satisface la amistad de la que hablaba Aristóteles “La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas”.